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Actualizado: 20 de mayo de 2025


El jefe no juzgaba oportuno por entonces comprometer su dignidad presentándose ante las amotinadas, y por medida de precaución había reunido en la oficina a los empleados y consultaba con ellos, conviniendo en que la sublevación no era tan temible en la Granera como lo sería en otras Fábricas de España, atendido el pacífico carácter del país. No quisiera él estar ahora en Sevilla.

Huberto la colmaba de cuidados, le hablaba a media voz con aire de felicidad, y este espectáculo ponía a Juan fuera de ; se exasperaba tanto más cuanto que juzgaba irresistible a aquel joven de aspecto distinguido, correcto y elegante. El almuerzo le pareció interminable.

Experimentado, conocedor de la maldad humana y de las flaquezas del prójimo, poseía una cualidad rarísima en los que como él salieron victoriosos de los combates de la vida: no juzgaba de las gentes por las apariencias; a cada cual daba lo suyo; no creía en patentes virtudes, ni andaba a caza de vicios escondidos, y con pasmoso acierto descubría en los individuos defectos encubiertos y ocultas virtudes.

Era Primitivo, salvo tal cual momentáneo acceso de brusca y selvática alegría, hombre taciturno, a cuya faz de bronce asomaban rara vez los sentimientos; y con todo eso, Julián se juzgaba blanco de hostilidad encubierta por parte del cazador; en rigor, ni hostilidad podía llamarse; más bien tenía algo de observación y acecho, la espera tranquila de una res, a quien, sin odiarla, se desea cazar cuanto antes.

Miguel había oído varias veces citar su nombre entre los astros del toreo; pero como gloria pasada; tanto, que lo juzgaba retirado hacía tiempo. El hermano era un muchacho de veinticinco o veintiséis años, buen mozo, de rostro hermoso aunque algo afeminado. Merluza un jayán monstruosamente feo. Los dos aficionados, jovencitos barbilampiños, escuálidos, y vestidos a la última moda.

Entre los cautivos lo fué el director de la compañía; y como transcurrió mucho tiempo sin que se oyera hablar nada de él, se le tuvo por muerto y se casó Alonso con la viuda del que se juzgaba difunto; pero unos dos años después de este suceso, y estando sentado á la mesa en Granada el matrimonio, entró de repente en la habitación el primer esposo de la dama, y preguntó por el director Alonso de Olmedo; éste se levantó en seguida de la mesa, y dijo á su mujer: Señora, la llegada de este caballero nos obliga á separarnos; dadme licencia para que yo busque otro domicilio, porque no me conviene permanecer más aquí.

Su réplica fue característica: comenzó declarándome que, si juzgaba la cuestión desde el punto de vista de la filosofía religiosa, nada tendría que objetarme, porque todo sería inútil.

Tomó algunos navios en la costa, Y entre ellos á un Marquina, que ha venido De Potosí con plata, por la posta, Por gozar de la nata, que ha tenido Aquel trato, aunque á él le entrára en costa, Que mucha mercancia le ha cogido Candish: con solos negros le dejaba, Con que viviendo, rico se juzgaba. Aquí tomó un piloto, que le guia: Jorge Luis le llama.

Pero el gigante no quiso escuchar lo que juzgaba protestas políticas del revolucionario y le dió un golpe en la cabeza con uno de sus dedos, enviándolo otra vez al fondo del bolsillo. Llegó Gillespie al puerto, teniendo siempre ante sus pies un ancho espacio de terreno libre de gentío.

El más glorioso conquistador no aventajaba en orgullo y satisfacción a Perucho en tales momentos, cuando juzgaba evidente que había salvado a la nené de la degollación segura y puéstola a buen recaudo, donde nadie daría con ella.

Palabra del Dia

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