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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Con esto siempre con el cabo alto del tiento me atentaba el colodrillo, el cual siempre traía lleno de tolondrones y pelado de sus manos; y aunque yo juraba no lo hacer con malicia, sino por no hallar mejor camino, no me aprovechaba ni me creía más: tal era el sentido y el grandísimo entendimiento del traidor.

Cada nuevo Papa dirigía á la Universidad salmantina una carta especial, participándole su elección; y cuando había en Castilla nuevo Rey, la Universidad, en vez de enviarle Procuradores que le prestasen pleito homenaje, se reunía como en Cortes, por su propia cuenta, y le juraba fidelidad directamente.

Don Saturnino Bermúdez, que juraba tener documentos que probaban al inteligente en heráldica venirle el Bermúdez del rey Bermudo en persona, era el más perito en la materia de contar la historia de cada uno de aquellos caserones, que él consideraba otras tantas glorias nacionales.

Escuchólo con sumisión, y después, con voz conmovida, empezó a disculparse. Verdad que había coqueteado un poco con María Huerta, pero juraba que no estaba interesado por ella. Era una cuestión de amor propio. Cuando él se había casado con Irene, esta María había dicho en casa de Osorio que no comprendía cómo Irene aceptaba por marido un chico tan feo y tan insustancial.

En verdad que pensé dijo Preciosa que juraba vuesa merced por algún niño de dos años. ¡Mirad qué don Juanico, y qué brinco! A mi verdad que pudiera ya estar casado, y que, según tiene unas rayas en la frente, no pasarán tres años sin que lo esté, y muy a su gusto, si es que desde aquí allá no se le pierde, o se le trueca. Basta dijo uno de los presentes ; que sabe la Gitanilla desrayas.

Un comerciante, liberal y nada timorato, tenía depositados en la puerta de aquel centro de recreo un par de zapatos viejos. Llegaba al Casino, calzaba los zapatos de suela rota y subía a probar fortuna. Juraba que jamás llevando botas nuevas le había favorecido la suerte. Venía a ser un jugador de la orden de los descalzos. Entre su fe y cierta maliciosa experiencia le daban ganancias seguras.

Nunca se aparta de aquí, del corazón; la luna hería con moribunda luz tu frente hermosa, y de la noche el aura silenciosa nuestros suspiros tiernos confundía. «Nadie cual yo te amómil y mil veces me dijiste falaz: «Nadie en el mundo como yo puede amar»; y yo, insensato, fiaba en tu promesa seductora, y feliz y extasiado en tu hermosura, con mi esperanza allí me halló la aurora. ¡Quimérica esperanza! ¡Quién diría que la que tanto amor así juraba, juramento y amor olvidaría!

El capitán bordelés, echando el cuerpo adelante, se apoyaba sobre su pie herido, sin sentir ningún dolor; el otro juraba entre dientes, haciendo vibrar su junco. El médico, por instinto profesional, se inclinó sobre su caja de operaciones puesta en el suelo. ¡Iba á matarlo! Los cuatro estaban convencidos de que iba á matarlo.

El barullo aumentó, y cada uno juraba y blasfemaba en su lengua. ¡Vaya un barullo! un barullo capaz de despertar a un canónigo. Pero todos aquellos desgraciados estaban demasiado gravemente heridos para poder levantarse; y, además, carecían de botes...

Miró lo que era, y el mesonero adrede le riñó, diciendo: -Cuerpo de Dios, ¿no halló otra cosa que llevarse, padre, sino esa piedra? ¿Qué les parece a V. Mds., si yo no lo hubiera visto? Cosa es que estimo en más de cien ducados, porque es contra el dolor de estómago. Juraba y perjuraba diciendo que no había metido él tal en la capilla.

Palabra del Dia

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