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Actualizado: 3 de julio de 2025


Porque mi familia desciende de uno de los caudillos más principales que penetraron en la provincia de Pontevedra cuando la irrupción, según consta de varios documentos que se conservan en el archivo de mi casa. Los jugadores cambiaron una risueña mirada de inteligencia con Valero. ¡Ajá! exclamó éste entre alegre e irritado.

La cantidad que se cruzaba era insignificante: al cabo de unas cuantas horas las ganancias ó las pérdidas sumaban cuatro ó cinco pesetas. Pero ambos presumían de consumados jugadores y lo eran en efecto. Las fuerzas se hallaban tan equilibradas que si el militar ganaba un día era casi seguro que al siguiente el clérigo llevaría la ventaja.

¡Manjadero! ¡manjadero! masculló el aldeano con mal humor. Otros hay tan manjaderos; pero como tienen dinero no hay quien se lo llame. Y dejó caer de nuevo sus formidables espaldas en el sillón, estiró las patas y cerró los ojos para roncar. Los jugadores levantaron la vista hacia don Pedro con sorpresa e inquietud.

Así como la marea al retirarse va dejando en la playa orlas paralelas de algas, así se advertían en los respaldos de los bancos de gutapercha roja series de capas de mugre, depositadas por la cabeza y espaldas de los jugadores, señales que iban en aumento desde el primer banco hasta el último, conforme se ascendía del inofensivo piquet al vertiginoso écarté, porque la hilera empezaba en el juego de sociedad, acabando en el de azar.

Pero viendo á los ancianos, los valetudinarios y los incurables arrastrarse hacia la ruleta como á una piscina milagrosa, los excusó compasivamente. ¿Qué otro placer les quedaba sobre la tierra? ¿Cómo llenar el vacío de una existencia que se prolongaba tenazmente?... Lo que no podía comprender era el gesto apasionado, la mirada dura de otros jugadores sanos y fuertes.

Si debemos ganar, que sea pronto y de una vez. Nuestra vida no es mas que un juego de azar. Todos somos jugadores, aun los que no han tocado jamás una carta. Las profesiones, los negocios, el mismo amor, puro juego, puro azar, asunto de suerte.

Vi que sus jugadores, cuando tenían las cartas en la mano es decir, en todas las horas que les dejaban libres sus ocupaciones más apremiantes, eran ciegos, sordos y mudos para el mundo... Mis parientes en sus casas, mis relaciones en sus tertulias, mis amigos en el club, todos parecían olvidarme por completo, para entregarse a su ocupación favorita.

Los tresillistas, por alejarse todo lo posible del ruido que de ordinario se hacía en la mesa y alrededor de ella, entre jugadores, choque de bolas, cántico del pinche, matraqueo del bombo, que era de hojalata, y comentarios y disputas de mirones y tertulianos, ocupaban la cabecera opuesta, a más de treinta pasos de distancia, porque el salón era enorme.

Los conocía; eran á modo de microbios, de gérmenes maléficos, adheridos á él para siempre. Y deseaba que su sabio amigo encontrase un antiséptico para exterminarlos. Además dijo Novoa , si existen probabilidades de ganancia, estas probabilidades son proporcionales á las fortunas de los jugadores. Un jugador pobre tiene menos probabilidades de ganar que otro que disponga de capitales.

No alcanzaba a concretarlo; pero, en adelante, tendría bastante serenidad para arrostrar los peligros del mío, triste, el más peligroso de todos, a mi entender, por lo menos, y audazmente me disponía a revivir los recuerdos de lo pasado proponiendo que acabáramos la noche con un juego que nos divertía mucho en casa de mi tía, cuando, después de haberse marchado los últimos jugadores, llegaron al salón el esposo de Magdalena y el señor D'Orsel.

Palabra del Dia

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