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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Por fin, la enamorada niña vio entrar a Félix, que, saludando al paso a diversas gentes, llegó hasta la duquesa, cambiaron ambos algunas frases de simple cortesía, llegose luego a Josefina, y un momento después se les vio confundidos entre los grupos de alocadas parejas que parecían moverse impelidas por las notas de un vals de Strauss.

Un poco más lejos estaban, reunidos en un solo plantío, erguidos sobre sus esbeltos troncos, los rosales de la Malmaison y Alejandría, que Josefina cuidaba para engalanarse luego con las rosas que ella misma había regado. Todo pronunciaba su nombre, y, por extraña casualidad, el único balcón en que había luz era el suyo.

Josefina salió de la casa y corrió desalada por la calle de Santa Lucía, penetró en la travesía de Santa Bárbara, atravesó la plazuela del Obispo y, bajando por la calle de la Sastrería, salió por la puerta de San Joaquín a la carretera de Sarrió. Había cerrado ya la noche. Caía suavemente una lluvia menuda, pero espesísima, que en poco tiempo la caló hasta los huesos.

El aditamento que sus dos mujeres, Josefina y María Luisa, le pusieron en su cabeza, genial y estratégica, se lo hubiera impedido. Con estas premisas llegamos al nudo de la cuestión. ¿En qué grado una reina puede cambiar la historia de un pueblo, influyendo sobre el ánimo del monarca? Ello depende de muchas causas. El alcance de esta influencia se relaciona, en primer término, con el amor.

No tardaba en abrirse algún ventanillo y aparecer por él un rostro fresco y sonrosado que al ver a Celesto sonreía mostrando unos dientes admirables. ¿Eres , capellán? Soy yo, Josefina. ¿Qué vientos te traen por aquí?... ¡Ah! , la romería de la Peña; ya no me acordaba. ¿Te vienes con nosotros? No; iré hacia la tarde. Vente ahora, y te llevaremos en brazos. Soy muy pesada.

La mirada del hombre no pudo hablar mejor; el silencio de la mujer no pudo decir más. Al entrar Josefina estrechó a Lázaro la mano y abrazó a su madre. De allí a poco el cura y la niña conocieron que Margarita quería estar sola, y saliendo cada uno por distinto lado, la dejaron.

¿A ? murmuró Josefina entre dientes y con agresivo silbido de vocales . No me pregunte usted, Borrén.... Esas mujeres ordinarias me parecen todas iguales, cortadas por el mismo patrón. Morena... muy basta. ¡Ave María, Josefina! dijo escandalizada Lola Sobrado . No tuviste tiempo de verla: es hermosa y reúne mucha gracia. Fíjate otra vez en ella... si vuelve a pasar, te daré al codo.

Calló la criada, y siguió el hombre su paseo. Ya no cabía duda. Josefina era, no sólo inocente, sino víctima de una infamia. La culpable era Margarita de Algalia, y el que pasaba por novio de la hija era su amante. ¡Maldad inicua! La madre quería comprar el secreto de su delito a costa del reposo de la pobre niña.

El hombre de la tierra y el del cielo caminaban juntos, y cuando el primero empezó insensiblemente a desviarse de la buena senda, el hombre de Dios no le avisó del peligro ni le previno del mal, y Lázaro, obligado a llamar a las cosas por su nombre, vio el peligro en Josefina y el mal en el amor. ! La dulzura y la bondad un peligro; el amor un mal! ¿Por qué?

De esta suerte, sin que ninguno de entrambos lo buscara, llegaron a conocerse y tratarse Félix Aldea y Josefina de Algalia.

Palabra del Dia

bagani

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