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Actualizado: 24 de julio de 2025
Ya no pienso en casarme. Estoy dispuesto a ganar un jornal, a arrancar piedras con los dientes, a todo, menos a separarme de ella. Tienes razón. Igual pienso yo. Aquí a su lado soportaré escasez, pobreza, lo que venga: yo también renuncio a la mujer que amo; pero ¿irme lejos, exponerme a que mi madre se muera sin verla? ¡Eso no! Aunque lo mande. Si quieres, márchate tú.
La jubilación de don José está empeñada no sé por cuántas mensualidades, y lo mismo sucede con todo lo que a esa familia le quedaba de algún valor. Pepe no podía sostener la casa sin ayuda de su madre y su hermana; el jornal que gana en mi establecimiento era insuficiente... No ignora Vd. los gastos que ocasiona la enfermedad de su padre.
En aquella excursión por el campo instructivo de la industria, su generoso corazón se desbordaba en sentimientos filantrópicos, y su claro juicio sabía mirar cara a cara los problemas sociales. «No puedes figurarte decía a su marido, al salir de un taller , cuánta lástima me dan esas infelices muchachas que están aquí ganando un triste jornal, con el cual no sacan ni para vestirse.
Cuando, por la noche, volvía a su casa, dolorido de fatiga, se encontraba frente a su tío, enloquecido y brutal, por el mal éxito de sus experiencias. Luego tenía que partir con este triste pariente su pequeño jornal y soportar todo género de recriminaciones.
Y enumeraba todas las comidas de campo, con gentes ricas, que habían tenido como final esta broma ingeniosa. Luego, con gesto magnánimo, dio órdenes a su aperador. Entrega a esa pobre gente lo que necesite. Págale a la muchacha el jornal mientras esté enferma. Quiero que mi primo se convenza de que no soy tan malo como cree y que también sé hacer la caridad cuando me toca.
Como éste preguntase con su mirada el motivo de la desgracia, el arrumbador continuó con exaltación: De too tiene la culpa la beatería cochina. ¿Sabe usté mi delito?... No ir a entregá la papeleta que me dieron el sábado con el jornal. Y como si Montenegro no conociese las costumbres de la casa, el buen hombre relataba detalladamente lo ocurrido.
¿Pero hoy no es día de fiesta?... ¡Ah, grandísimo zumbón! Ya adivino lo que quiere decirme con su sonrisa. Sí, día de fiesta es, según nuestra Madre la Iglesia, y deben guardarla los que son ricos. Pero mire usted, cómo los pobres trabajan en todas las canteras. Yo no voy á privar de un jornal á mis peones, después de tantos días de lluvia, en los que no han podido hacer nada.
En Matalerejo, en su tierra, Paula Raíces vivió muchos años al lado de las minas de carbón en que trabajaba su padre, un miserable labrador que ganaba la vida cultivando una mala tierra de maíz y patatas, y con la ayuda de un jornal.
En el obrador, Tono tenía su víctima: el pobre Menut, un muchacho enclenque que meses antes aún era aprendiz, y al que los camaradas reprendían por el excesivo afán de trabajo que mostraba siempre, ansiando un aumento de jornal para poder casarse. ¡Pobre Menut!
El jayán, para agradecer el aumento de jornal, trabajaba como un desesperado, acometiendo la tierra con su azadón, sin respirar apenas entre golpe y golpe, y los otros infelices tenían que imitarle para no quedarse atrás, manteniéndose, con esfuerzos sobrehumanos, al nivel del compañero que servía de acicate.
Palabra del Dia
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