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Actualizado: 24 de noviembre de 2025
El ingeniero reconocía la certeza de las observaciones del doctor. La situación de aquella gente era mala: su mejoramiento con las huelgas y los aumentos de jornal, era de un efecto momentáneo.
Al trabajador de nada le sirve la limosna de un aumento en el jornal: ya sabes que en esto no nos entenderemos nunca. Lo que necesita es justicia, ocupar el sitio que le corresponde, ser dueño de lo que produce. Las palabras de los dos hombres resonaban en el silencio del comedor. Todos callaban, no osando interrumpirles.
Amanecía ya, y érale forzoso levantarse para ganar un mísero jornal, lavando en el río. Cogió á Gilito en sus brazos, y le puso de rodillas, medio dormido, delante de una estampita del Niño Jesús de Praga que había pegada en la pared, sobre la misma cama.
Transcurrieron varios meses. Rosalindo trabajaba todos los días como un obrero de buenas costumbres. A pesar de que había sido hombre de pelea, evitaba las cuestiones en este mundo compuesto de gentes bravas y de todas procedencias, que para ir á ganarse el jornal llevaban siempre el cuchillo y el revólver.
No había aguardado siquiera quince días para comenzar esta vida de perdío borracho, que no se había interrumpido desde entonces. Y no era lo peor que se gastase la mitad del jornal en beber vino, sino que cuando volvía borracho a casa la mataba a golpes. Y todavía no era lo peor que la matase a ella, sino que mataba también a sus hijos.
Dupont, enardecido por el general asentimiento, seguía hablando, pero ahora en tono grave. La gente baja, lo que necesitaba antes del jornal, era el consuelo de la religión. Sin religión se vive rabiando, víctima de toda clase de infelicidades, y este era el caso de los trabajadores de Jerez.
El señor José se presentaba por las noches en casa de Isidro, pues el día pasábalo en aquella gran edificación de las afueras, por no perder el jornal. ¿Qué hay del chico? preguntaba ansiosamente. Al principio le dio Isidro buenas esperanzas. Creía posible su excarcelación por medio de un amigo que, a su vez, lo era de otro que conocía al escribano. Luego se mostró pesimista.
En la misma conformidad y con las mismas condiciones sería conveniente el repartirles tierras a los españoles que se estableciesen en los pueblos, que no dudo serían muchos los que vendrían a esta provincia, a la que sería muy útil, pues habría más que ocupasen a los indios y les diesen jornal, y ellos tendrían donde emplearse a su gusto y abundaría todo.
Muchos padres enviaron sus hijos á la mina. Al principio ganaban corto jornal: pronto subió éste y en las casas de aquellos pobres labriegos entró un chorro no despreciable de dinero. Con esto la alegría de los paisanos fué grande. Sin embargo, no poco se amortiguó al ver que con el oficio los mineros enseñaron á los zagales sus vicios.
No le quedaba más recurso que hacer solo frente a la desgracia, dedicándose a permanecer todo el día cuidando de su padre; pero aun esto era irrealizable, porque necesitaba ir a trabajar y no podía estar en dos sitios a la vez: atendiendo a su enfermo, ¿cómo ganar el jornal? yendo a la imprenta, ¿cómo asistir al padre?
Palabra del Dia
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