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La ocasión era admirable para abrir brecha en los enemigos de la libertad y del progreso. En efecto, el primer número del Faro insertó una relación circunstanciada escrita en estilo jocoso de todo lo ocurrido. Con esto los ánimos del clero y de las personas timoratas de la villa quedaron grandemente sobreexcitados.

Y como yo así le pedía que siguiera hablando, nos contó un cuento jocoso de ese mismo autor, titulado "La Nariz", sobre un panadero que un día se despierta, se mira al espejo y observa muy asustado que ha perdido la nariz. Y entonces, la mujer del panadero... ¡Oh, Camucha, después me lo contarás! Ahora sigamos, que ella puede venir de un momento a otro. , después te contaré, te morirás de risa.

Aunque muy contra su gusto, aceptó la invitación para que no sospechase su mal humor, y se esforzó en aparecer jocoso. Consiguiólo sólo á medias; tanto que Manolo, que ignoraba el rompimiento con Soledad, notó, sin embargo, al poco rato que su alegría no era espontánea y le preguntó: ¿Qué tienes? Parece que estás preocupado. ¿Yo?... Ni por pienso, hijo.

El hermano Tiburcio, si bien es un mozuelo barbilampiño, sabe más que el diablo y te valdrá de mucho. Por otra parte, yo he observado que eres sobrado serio y esta seriedad continua a la larga a ti mismo te aburriría. Importa, pues, que la temple y modere un sujeto algo cómico y jocoso, como lo será el mencionado hermano.

Los sabe de asombros, de encantos y de amores; y todos éstos son serios. Para lo cómico y jocoso atesora una infinidad de chascarrillos picantes. Siendo yo pequeñuelo, no me hartaba nunca de oír cuentos que me contaban las criadas de casa. El más bonito, el que más me deleitaba era el de doña Guiomar, cuyo argumento, en lo esencial, es el mismo del drama indio de Kalidasa, titulado Sacuntala.

La proposición de don Adolfo Tibet, hecha en tono jocoso, de constituir una compañía en comandita, con el objeto de encontrar al extraviado joven, obtuvo, en principio, favorable acogida. Psicológicamente considerado, el carácter de el señor Tomás no era amable ni digno de atención.

Hacia la primavera de 1616 había concluído el Persiles: el estado de su salud empezaba ya á inspirar algún cuidado; creyó mejorarse variando de aires, y, con este objeto pasó á Esquivias á visitar á sus parientes. Pero el mal se empeoró, y, viendo cercano su fin, quiso morir en su casa. Su vuelta á Madrid le inspiró el prólogo de su novela, jocoso y patético á un tiempo.

Nada de esto sospechaba ella, porque Andrés tenía buen cuidado de ocultarlo bajo exterior indiferente y jocoso. Para Rosa no era más que un señorito llano y amable que gustaba de jugar con ella y embromarla. Hasta entonces había tenido muy mala idea de los señores.

Anita, al oír este familiar lenguaje, casi jocoso, del Magistral, con motivo de cosas tan grandes y sublimes, sintió lágrimas y risas mezcladas, y lloró riendo como Andrómaca. La noche corría a todo correr. La torre de la catedral, que espiaba a los interlocutores de la glorieta desde lejos, entre la niebla que empezaba a subir por aquel lado, dejó oír tres campanadas como un aviso.

No le creo a usted fatuo, pero las mujeres debemos siempre vivir prevenidas. En la soltura y en el tono jocoso que adoptaba se podía advertir cierta afectación. Su voz estaba ligeramente alterada. Alrededor de los ojos había esa palidez que denuncia siempre la emoción que embarga el espíritu.