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Pero no todo es tortas y pan pintado en este valle de lágrimas, y cuando más confiada estaba doña Feliciana en que su marido no pensaba sino en ganar peluconas, recibió de Ica una carta anónima en que la informaban, con puntos y comas, de cómo el señor Mesía tenía su chichisbeo, y de cómo gastaba el oro y el moro con la sujeta, y que la susodicha no valía un carámbano ni llegaba a la suela del zapato de doña Feliciana, que aunque jamona se conservaba bastante apetecible y no era digna de que el perillán de su marido la hiciese ascos.

Pero esta marcha en tales circunstancias era más difícil de lo que cualquiera puede imaginarse. La gente se apiñaba a ver los fuegos y permanecía inmóvil, formando una espesa muralla. Nuestro jorobado la atravesó con arte diabólico, retorciéndose como una lagartija para pasar por los agujeros más estrechos. Después de un buen rato logró colocarse detrás de la simpática jamona.

Me ahogo... ¡No sabes lo que me acaba de pasar! ¡Es una infame, una malvada que tiene que arder en los infiernos! Siempre lo he dicho y las tontas de mis hermanas no quieren creerme. ¡Es muy perversa esa tísica! Tiene el corazón de una hiena. ¿Pero qué hay? preguntó con asombro, muerta de curiosidad, la sagaz jamona.

Espera, espera, que te voy á sentar los cinco en esa cara de documento. Al decir esto, tiro al majo de la capa, y con mano más pesada que una maza de batán, cogió á Clara por un brazo y la detuvo. Si no fuera porque está aquí esta señora dijo el chulo, cuadrándose ante la jamona ahora mesmo te volvía las narices al revés.

D.ª Teodora, al verse objeto de la curiosidad pública, se desmayó. D. Juan y la doncella la sostuvieron. D. Peregrín siguió increpando a su enemigo ausente. La muchedumbre rió, gritó, se agitó tumultuosamente. Al fin todo quedó en paz, y la pudibunda jamona tornó a su domicilio, donde la dejaremos esparciendo un torrente de lágrimas.

Pues figúrate lo que será su mujer, viuda, libre, rica y casi jamona, sabiendo lo que era de casada. ¿Sigue dando juego?... ¿Se crece al castigo, como decís los aficionados? ¡Horrores, Paco..., verdaderos horrores! ¿Y su amiga Leticia? Viuda también, y tal para cual. Sólo que ésta, con ser tan voraz y antojadiza como la otra, es más discreta y disimulada. ¿Y de qué murió su marido? De un balazo.

En su temple de jamona fresca, con su aprovechada experiencia, su buen gusto y claro ingenio, necesitaba algo de más jugo, de más substancia que aquella insípida y continua exposición de mujeres frívolas y de hombres mentecatos, cargados de perifollos; fiestas en las que, tras de costarla un sentido, todos se divertían menos ella.

« ardía aquello, pero sin faltar a las reglas del buen tono vetustense», decía el Marqués al Barón, que estaba ya como un tomate y cada vez más cerca de la jamona. La Marquesa tenía sueño, pero así y todo le gustaba la broma. Así debiera ser siempre le decía a Saturnino que estaba decidido a emborracharse para no desentonar. Este poblachón se va poniendo lo más soso. ¿Verdad, pollo?

Por fin consiguió Carrascosa el objeto de sus afanes; la vizcaína se decidió á echar al poeta con todo su bagaje de Gracos, musas y ninfas clásicas. Pudo mucho en la conciencia de la jamona la opinión del vecindario, que se mostraba cada vez más explícito en cuanto á las supuestas relaciones entre la semidiosa y su cantor.

No haga usted caso dijo el torero, dirigiéndose á Clara, que estaba sin aliento, oprimida por la mano de la jamona, como la tórtola en las garras del gavilán No haga usted caso, niña, que ésta suele rezarle un Padre nuestro á san cuartillo.