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Abuela, no eres de la opinión de Legouvé, confiésalo... En una mujer casada respondió la abuela todo eso puede ser verdad, pero... en una solterona... ¡Solterona! exclamé lanzando una alegre carcajada. ¡Qué gran error, abuela!... Soltera , y a mucha honra; pero solterona, jamás...

Pero aunque sea de paso, no quiero dejar de hacer mencion de una pintura que nos ha impresionado vivamente. No recuerdo en qué sacristía he visto aquel cuadro; pero recuerdo que lo he visto para no olvidarlo jamás.

Otras veces andaba por el cuarto a largos pasos. Otras se echaba en un sillón y se cubría el rostro con las manos. Jamás se había sentido tan inactivo, tan incapaz y tan infecundo. Un día cerró con despecho el volumen en que iba escribiendo sus apuntes, y se puso a escribir en hojas sueltas. La inspiración entonces vino sin duda en su auxilio.

Los personajes no se ocultan a sus atisbos de observador, que sin abstraerse jamás, logra adueñarse a veces de todo un carácter, merced a un sólo rasgo distintivo. De ahí que el novelista llegue a objetivarlos con intenso calor de humanidad.

¿Lo merecía Roberto? ¿Me comprendía? ¡Qué importaba! Nunca lo comprendería después de todo. Y luego, no era él sino yo la que tenía que conquistar un derecho a su amor. A esa hora sabía que jamás podría desterrar de mi pecho esa pasión.

NARV. Y algo valdré yo por . Escuchemos lo que pasa. ARR. No se escusa tu castigo, O me dirás si Rodrigo Ha entrado en mi propia casa. NARV. De le pregunta. Escucha. ALARA. Jamás le he visto en Coín. NU

Aquel hombre fuerte, que no lloraba jamás en el teatro por ser cosa propia de las gentes del pueblo; aquel gentleman de frente bronceada, que había enterrado a sus padres con la impasibilidad más serena, lloró la mutilación de su bella persona, y se bañó en lágrimas de egoísmo.

A solas con Florentina, y cuando esta le prodigaba a prima noche las atenciones y cuidados que exige un enfermo, Pablo le decía: Prima mía, mi padre me ha leído aquel pasaje de nuestra historia, cuando un hombre llamado Cristóbal Colón descubrió el Mundo Nuevo, jamás visto por hombre alguno de Europa. Aquel navegante abrió los ojos del mundo conocido para que viera otro más hermoso.

Perla lo veía todo, lo contemplaba todo intensamente, pero jamás trató de trabar conocimiento con ninguno de los niños. Si le hablaban, no respondía.

Venía en seguida la señora del ministro, joven, elegante, y respirando aún la atmósfera aristocrática de los salones de Viena, última de las residencias diplomáticas de su marido. Pocas mujeres he visto en mi vida más valerosas y serenas; jamás una queja, y en aquellos momentos que hacen perder la calma al hombre de temperamento más tranquilo, una leve sonrisa siempre o una palabra de aliento.