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Actualizado: 14 de junio de 2025
Puedes ir echándome sermones desde Nieva hasta Madrid, después de Madrid hasta París, y desde París a Milán, y desde Milán a Venecia, y después hasta Roma y Nápoles, y otra vez de vuelta por Ginebra, Bruselas, París y Madrid hasta casa. ¡Con qué gusto iré escuchando a un predicador tan monísimo por todos esos países extranjeros! ¿Qué te parece el itinerario de nuestro viaje? Bien. ¡Bien, bien!
Sentí un poco de temor; pero mi gran resolución me había llenado de tal alegría, que no había ya lugar en mí para una inquietud. ¿Quieres servirte tú mismo? Mientras tanto iré a verla. Cuando entré en la habitación, la encontré en la misma posición en que la había dejado por la mañana, y, acercándome a la cama, vi que tenía los ojos muy abiertos y miraba fijamente el techo.
La de curarte y, sobre todo, ¡caramba! ya basta de explicaciones: ¿vas o no? A esto he venido... por última vez... Bueno, ¡iré! ¡Bravo!... ¡Venga un abrazo!... ¡Ya ha empezado tu mejoría! Mi mejoría... Tú eres muy bueno, Melchor.
Al fin repuso: Ya no sé si es malo ó bueno lo que estamos haciendo. Tú dices que es malo, y lo será. De lo que estoy seguro es de que si dejas de quererme iré para el infierno irremisiblemente... Y en último resultado, faltándome tu amor, el cielo y el infierno son iguales para mí... ¡Calla, calla! exclamó ella tapándole la boca con una de sus manos. ¡No digas blasfemias!
Yo el mejor día me iré también, y no quiero que a la hora de morir me atormente la idea de que por culpa nuestra has perdido un bienestar que nosotras no podemos darte.... La voz de la anciana iba siendo más débil cada día, y a la menor emoción se le apagaba hasta hacerse imperceptible. Para calmar a la enferma y dejarla tranquila le dí un abrazo y la besé en la frente.
5 Iré a los grandes, y les hablaré; porque ellos conocieron el camino del SE
9 Y [ella] dijo: Iré contigo; mas no será tu honra en el camino que vas; porque en mano de mujer venderá el SE
Huiré antes que termine la primavera; iré no sé dónde, volveré al mundo, a cantar, donde no encuentre hombres como usted, y el tiempo y la ausencia se encargarán de curarle. Leonora se estremeció al ver la llamarada de salvaje pasión que pasó por los ojos de Rafael.
Hasta la noche.... Adiós, niñas. Esta noche iré a ver a ustedes. Y Teresa enviaba una sonrisa sin expresión a su antigua señora, como suplicando que no abandonase la tarea de catequizar a su esposo. ¡Buena estaba doña Manuela para tales indicaciones!
Empezó por pronunciar algunas frases corrientes de felicitación y en seguida, seguro de que nadie le veía más que ella, dijo secamente: Vas á marcharte á tu casa y á esperarme. Dentro de media hora iré. Da orden de que me reciban. Lea bajó la cabeza y respondió: Obedeceré. Está bien.
Palabra del Dia
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