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Actualizado: 18 de junio de 2025
Era aquel señor alto, seco, aguileño, bajo de color, de edad de cincuenta años, poco más o menos, pelo ralo y entrecano, cejas espesas, las mejillas cuidadosamente rasuradas, dejando solamente debajo de la nariz un exiguo bigote, que cada día iba siendo más exiguo merced a los trabajos invasores que por entrambos lados llevaba a cabo la navaja: la expresión de su rostro, severa e imponente, a lo cual ayudaban en no pequeña parte aquellas cejas pobladas que el buen caballero había recibido del cielo, y que solía arquear y extender en la conversación de un modo prodigioso; y en mayor porción todavía cierta manera extraordinaria de hinchar los carrillos y soplar el aire lenta y suavemente, que infundía en el interlocutor respeto y veneración.
Pero el coronel no prestó atención á tales amenazas. Las tristes novedades de la guerra quitaban toda importancia á los asuntos de su vida corriente. Los alemanes seguían avanzando hacia París. El retroceso de los aliados continuaba bajo los repetidos golpes del enemigo. Las ilusiones de Toledo disminuían por momentos. Ya dudaba de todo. Los invasores eran de una superioridad numérica aplastante.
Sólo en Bilbao se sabía comer: lo demás era tierra de salvajes, país de pobreza donde moría uno de hambre ó de asco, aunque fuese persona de las que tienen cartera. Los mineros ricos hicieron en Azpeitia una entrada de invasores. Había comenzado ya la fiesta con las apuestas de bueyes, y una muchedumbre de caseros y de gentes del pueblo se agolpaba y estrujaba en la plaza y las calles inmediatas.
Era el Oriente que entraba en Europa, no como los monarcas asirios, por la Grecia, que les repelía, viendo en peligro su libertad, sino por el extremo opuesto, por la España, esclava de reyes teólogos y obispos belicosos, que recibía con los brazos abiertos a los invasores. En dos años se enseñorearon de lo que luego costó siete siglos arrebatarles.
Cuando los invasores llegaron frente al cuartel, vieron cómo se cerraban sus puertas y cómo salían de sus ventanas los primeros fogonazos. ¡Golpe errado! Pero nadie pensó en huir. Porque la sorpresa fracasase, no iban á privarse del gusto de seguir cambiando tiros con los aborrecidos contrarios. ¡Viva el doctor Sepúlveda! ¡Abajo el gobierno usurpador!
Lo mismo que aun en nuestros días, soldados sedicentes civilizados obligan á someterse á los habitantes de un oasis derribando las palmeras que son la vida de una tribu, así también sucedió frecuentemente que, para vencer á los montañeses, talaron los árboles que servían á los pueblos de salvaguardia contra la destrucción, ya los invasores á sueldo de algún señor, ya los pastores de otro valle.
Todo lo rehusó mi padre, pues decía que no quería gravar el estado de la nación cobrando un sueldo que en aquellos momentos no necesitaba, tanto más, cuanto la Francia se encontraba arruinada por el pago de tanta indemnización como los invasores exigían. Léese en el diario de mi madre su admiración vivamente expresada por el modesto y patriótico desinterés de mi padre.
Mientras tanto, los invasores llegaban a una antecámara completamente desierta, y el que parecía capitanearlos comenzó a golpear el suelo con su bastón de borlas, citando a la condesa de Albornoz en nombre de la justicia. Era este individuo el jefe de orden público, y venía en nombre del gobernador a registrar el palacio de la condesa e incautarse de todos sus papeles.
Pero allí tuvieron los visitantes una grave contrariedad, y fué que habiendo mostrado el rey deseos de ver las cartas de Hernán Cortés, de Pizarro, de Almagro y de los principales conquistadores de América, hubo que manifestarle que no se encontraban allí, pues la Junta Suprema, al acercarse los franceses, se llevó á Cádiz cuantos documentos, planos, cartas y papeles pudo, con objeto de salvarlos de que cayesen en poder de los invasores.
Al mismo tiempo, también se recrudecía el fuego por la calle del Comercio, donde un hombre de la raza de color, el valiente Pablo Correoso, al frente de un pelotón de voluntarios, se batía desesperadamente con los invasores.
Palabra del Dia
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