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Actualizado: 24 de junio de 2025
Los pájaros ribereños y acuáticos, qué se ven diseminados á lo largo de los rios todo el tiempo que dura la estacion de seca, se reunen en los periodos lluviosos, los primeros, sobre los terrenos no inundados, los otros, sobre el lago que forma la llanura. Millares de estos seres aligeros pueblan el territorio de Moxos.
Tal era, sobre poco más o menos, la parte que a Domingo le correspondía en la vida pública de su país natal: administrar una pequeña comuna perdida en las lejanías de todo gran centro, encerrada entre marismas, apretada contra el mar que roía sus costas y le devoraba cada año algunas pulgadas del territorio; velar por la conservación de los caminos y procurar la desecación de los terrenos inundados periódicamente; preocuparse de los intereses de muchas personas para las cuales eran necesarios a las veces el arbitrio benéfico, el consejo o el juez; impedir las disputas y poner óbice a los pleitos, causa y efecto de discordias; prevenir los delitos; cuidar con sus propias manos y ayudar con recursos de la propia gaveta; dar buenos ejemplos en materia agrícola; hacer ensayos ruinosos para animar a los tímidos en la senda de los progresos útiles; experimentar a todo riesgo en tierra propia y con dinero propio como un médico ensaya en su cuerpo un medicamento a riesgo de la salud; y todo eso hacerlo con la mayor naturalidad, no como una servidumbre, sino como un deber de posición social, de fortuna y de nacimiento.
No se me olvidará nunca dijo lo que hizo con la pobre Rosa Peñarrón, cuando aquel concierto famoso que organizó a beneficio de los inundados de Valencia. Le envió Rosa tres billetes, y tuvo la desfachatez de devolvérselos con el precio justo, unas quince o veinte pesetas, y enviar luego a Valencia, por mano del arzobispo, una limosna de tres mil duros...
La corriente del Guaporé me ha presentado por todas partes, sobre su ribera izquierda, aluviones modernos, que se estienden hasta un punto que está diez leguas ántes de llegar á la confluencia, en donde he creido notar nuevamente una capa considerable de arcilla cenagosa rojiza, mezclada con aluviones: la orilla derecha se compone entretanto, por el espacio de algunas leguas, de conglomeraciones ferruginosas frecuentemente encubiertas por aluviones, luego de aluviones solamente y de terrenos inundados hasta la confluencia del Mamoré.
Y el viejo, temblando bajo sus ropas mojadas, se metió resueltamente en el agua dando diente con diente. La imagen iba entrando con lentitud en los callejones inundados. Los robustos gañanes, encorvados bajo el peso de las andas, se hundían en el agua; sólo podían avanzar ayudados por un grupo de fieles que se cogían a la peana por todos lados.
Marchar siempre acompañados de una escolta de pajaritos de Dios que nos enseñaran el camino y nos deleitaran con su canto, embriagados por los aromas de las flores, inundados de luz, envueltos en la caricia de una primavera eterna. Esto es lo que soñaba cuando tenía catorce años.
Hallábanse divididos en numerosos pueblos, situados sobre las orillas de los rios, y tenian por vecinos, hácia el sud y sudoeste á los Moxos, hácia el este á los Canichanas, y hácia el norte á los Cayuvavas; separándolos de estas naciones llanos inundados y selvas espaciosas. La tez de los Movimas es idéntica á la de los Moxos.
Jacobo, aburrido de aquella charla insustancial y mujeriega, estuvo por decir que le parecía mejor la punta de un cuerno, y el tío Frasquito, viendo que no contestaba, se apresuró a añadir: Yo creo que en el Rreal... En la Óperra se hizo la de Parrís, cuando los inundados de Szegedin, y estuvo brillantísima... Perro, francamente, le temo a Diógenes, que se colocarrá allí, de seguro... le temo, le temo; te digo que le temo.
De vez en cuando, a ras de la líquida superficie, surgía una mancha negra; las crestas de los cañaverales inundados; las copas de los árboles; vegetaciones extrañas y monstruosas que parecían enroscarse en la sombra. El silencio era absoluto. El río, libre de la opresión de la ciudad, no mugía ya; se agitaba y arremolinaba en silencio, borrando todos los vestigios de la tierra.
Después de las lluvias, cuando se eleva el nivel del arroyo, la percolación subterránea se propaga y se extiende á lo lejos bajo las capas superficiales del suelo de los campos, y durante las grandes crecidas, las aguas desbordadas renuevan la tierra, la saturan de humedad y suministran así los elementos de vida á la multitud vegetal. El espectáculo de los campos inundados es triste ciertamente.
Palabra del Dia
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