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Menos seguridad tuve de ello cuando intenté «levantar» mi casa. Me parecía que esto equivalía a quemar mis naves, o, por lo menos, a darme ya por consentido en que había de ser muy larga mi permanencia entre los osos de Cantabria; y el temor de este riesgo me inclinó a dejar esas cosas como estaban, sobrándome buenos amigos en Madrid que mirarían por ellas.

Usted conoce Macbeth y sabe cuál es el espanto del asesino coronado cuando ve levantarse en medio del festín la sombra de su víctima. Examine usted á su prometido y á la cantante y verá reproducirse la tragedia. Pero tenemos que habérnoslas con personas temibles. En una situación parecida la Hawkins se dominó admirablemente y acaso ahora intente burlarnos.

Las decifré, y traté de pronunciarlas en voz alta, y apenas articulé la primera cuando sentí que la caja se deslizaba de mis manos como arrebatada por un peso enorme y rodaba por el suelo de donde en vano lo intenté remover. Mi sorpresa se convirtió en espanto, cuando, abierta, me encontré dentro con una cabeza humana que me miraba con estraordinaria fijeza.

Dentro de poco sabré á qué atenerme, pues es preciso que intente cerca de ella un paso decisivo, del que dependerá el éxito de nuestra empresa. ¿No podría haber otra influencia que la tuya para convencer á esa mujer? dijo María. ¿No será accesible á la piedad? Si yo fuese á verla para suplicarla... No; es imposible. Sería ponerles en guardia sin obtener ningún resultado.

Mas no se crea que intente desterrar esta cuestion del dominio de la filosofía; opino que las dificultades aunque son muchas y espinosas, permiten sin embargo conjeturas bastante probables. Me explicaré. Una cosa puede representarse á si misma; esta representacion es la que llamo de identidad. Una causa puede representar á sus efectos; esto entiendo por representacion de causalidad.

Tendremos que orzar muy pronto y en cuanto lo intente empezará el pobre Galeón á embarcar agua. ¡Que llamen enseguida á Sir Oliver! gritó el barón. Poco después llegaba á popa el obeso caballero, resbalando á cada paso, agarrándose á la borda, á las drizas y á cuanto se le ponía á mano, abotargado el rostro y maldiciendo su suerte.

Calmas la sed del césped que, al besarte, bebe tus cristales gota a gota. Y aunque el duro pedernal intente devorarte en su seno Te alejas juguetona, y corres a llevar tus virginales perlas A los más profundos huecos de las montañas.

Esta esperanza, más que ninguna otra cosa, mina por completo y hiere de muerte, desde sus principios, cualquiera empresa que intente llevar á cabo. ¿Por qué trabajar y afanarse y tratar de salir de la miseria en que se encuentra, si de un momento á otro el brazo del Gobierno lo pondrá á flote? ¿Por qué procurar librarse la subsistencia aquí con el sudor de su frente, ó ir á California á extraer oro, cuando no pasará mucho tiempo sin que ese mismo Gobierno le haga feliz, poniendo en sus bolsillos, con intervalos mensuales, un puñado de monedas brillantes procedentes de las arcas de la República?

JEFES MILITARES: Respetad y obedeced la autoridad civil; estad siempre en vigilia para sostenerla contra todo aquél que intente derrocarla; éste es vuestro deber. CIUDADANOS TODOS: Respetad la religión de nuestros padres y sus ministros, las leyes que nos rigen y las autoridades constituídas. Si así lo hiciereis, seréis felices y no tendréis motivo de arrepentimiento.

Intenté hacerle avanzar, clavándole impíamente las espuelas; el noble animal, comprendiendo sin duda la inmensidad de su deber y tratando de sobreponerle a la agudeza de su dolor, dió algunos botes; pero cayó al fin, escarbando la tierra con furia.