Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 20 de julio de 2025
¡Mira, lee tu carta... y déjame en paz! En mi cuarto, a solas, leí la carta de Lanilla. «Rodolfo mío: «En vano habrás esperado mi contestación, y ya me imagino tu impaciencia al no recibir noticias mías. Papá ha estado enfermo. Cosa de nada, es cierto, pero nos tuvo muy inquietas, y de más a más el mozo no ha ido a Villaverde.
El valle, que en la mitad del camino se abría adquiriendo mayor amplitud, tornaba a cerrarse al llegar al Moral. Las aguas se mostraban más inquietas, revelando la proximidad del mar. Las colinas que protegían el pueblecillo con sus faldas pedregosas y sus cimas desnudas y tristes, también lo anunciaban.
Mi hermana se encuentra todavía a mi lado; ambas estamos muy inquietas porque se nos ha dicho que debemos dar alojamiento a Monseñor de Pradt, obispo de Poitiers, limosnero del Emperador, y más tarde arzobispo de Malines, tan célebre por su adulación y por su ingratitud con Napoleón, después de su caída. Me desagrada tener que hospedar a semejante personaje. Lyón, 26 de abril de 1805.
Teniendo conciencia de su propia debilidad, y de que todo el temple de su espíritu ha desaparecido, en adelante sólo dirige miradas inquietas en torno suyo en demanda de quien le auxilie.
En la mañana del cuarto día de movilización, al salir de su casa, en vez de encaminarse al centro de la ciudad marchó con rumbo opuesto, hacia la rue de la Pompe. Algunas palabras imprudentes de Chichí y las miradas inquietas de su esposa y su cuñada le hicieron sospechar que Julio había regresado de su viaje.
No había mas que ver la frecuencia con que volvía hacia él los ojos; su nueva sonrisa, más confiada y espontánea, como si fuese dedicada á un amigo antiguo. De no estar presente la compañera, se habrían aproximado sin esfuerzo, instintivamente, como dos curiosidades inquietas que necesitan una explicación. Pero los lentes de oro brillaban autoritarios y hostiles, interponiéndose entre los dos.
Las inquietas llamas, moviéndose de un lado para otro, agitaban como abanicos los faldones del frac, los bajos de blanca muselina y las cintas de raso de los bebés. El fuego jugueteaba como una fiera con sus víctimas antes de devorarlas.
Media hora antes, cafés y restaurants han echado igualmente su público á la calle. Nuestro grupo queda indeciso en una acera del bulevar, mientras se desliza en la penumbra la muchedumbre que sale de los espectáculos. Los faroles, escasos y encapuchados, derraman una luz fúnebre, rápidamente absorbida por la sombra. El cielo negro, con parpadeos de fulgor sideral, atrae las miradas inquietas.
Marta, al entrar en la lancha, había perdido los vivos colores de las mejillas. El sol se acercaba cada vez con más prisa al horizonte. Las señoras veían con recelo crecer la sombra en el cielo como en el mar, dirigiendo miradas inquietas a los marineros. Las frecuentes viradas que las lanchas hacían les retrasaban extraordinariamente.
Si a la vacilante claridad de las estrellas se aventura a salir de su guarida sus miradas inquietas se hunden en la obscuridad de los árboles sombríos para cerciorarse de que no se divisa en ninguna parte el bultito blanquecino del niño, y cuando llega al lugar donde hacen encrucijada dos caminos, le arredra ver venir por el que él deja al niño animando su caballo.
Palabra del Dia
Otros Mirando