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Actualizado: 12 de julio de 2025
Me place lo exquisito de esa literatura, aunque se acomoda mi ánimo mejor á los sabrosos desenfados de la nuestra. Y es que adoro nuestras formas castizas, nuestro «modo de hacer», el resplandor de nuestro ingenio solariego, la gracia ingenua, socarrona y admirable de nuestros grandes escritores.
Seguramente en nada: no ha añadido un solo rasgo, que no lo desfigure y afee; ha demostrado su completa ceguedad para comprender lo profundo y lo bello de la ingenua poesía, ó la absoluta impotencia de reproducirla; ha transformado un cuadro rico y de vivos colores, en seco y árido ejercicio académico, sin luz y sin sombra; una composición poética, llena de vida, en un frío ensayo de declamación.
Pero se detuvo al oír la voz cascada y chillona que sonó en la antesala. ¡Es el ama...! ¡el ama! gritó Amparito con ingenua alegría. Pero inmediatamente se contuvo, ruborizada, como si hubiese cometido una terrible inconveniencia. Precedida de Nelet, entró en el comedor, balanceándose y atronándolo todo con sus chillones «¡buenos días!», una labradora gruesa y hombruna.
Los servidores de la catedral sentábanse en torno de la máquina de coser, esperando en vano que bajase el maestro, satisfechos, ya que no le veían, de estar cerca de él, mirando su asiento abandonado y conversando con la muchacha, que se expresaba con ingenua admiración al hablar de su tío. El maestro de capilla alegrábase al ver que le visitaba de nuevo Luna. Era su único admirador.
La poesía ingenua del lieder pasaba por la boca de Mina con la dulzura del arroyo humilde, que parece temblar, medroso de que sus murmullos sean demasiado altos y sus estremecimientos despierten la inmóvil vegetación que lo encubre.
Su ingenua cortesía, su incansable amabilidad y su intachable honradez, captáronle la simpatía y protección de todo el barrio. De dos mil escalones que solía subir al principio, llegó a siete mil gradualmente. Por eso enviaba hasta sesenta francos mensuales a las buenas gentes de Frognac.
No es una majestad ingénua, bíblica, inocente; no es esa majestad sencilla y candorosa que saca su encanto del espíritu; no es una majestad cristiana; es una majestad poderosa, esplendente, fantástica, agorera; una majestad que saca su encanto de la forma; una majestad del arte pagano; pero indudablemente estas formas tienen algo imponente, majestuoso y grande.
Ya no soy tan hermosa como en nuestros tiempos de felicidad... cuando yo aún no era loca. Dime, ¡por Dios! dime qué te parezco. Su marido la miraba con asombro. Hermosa, siempre hermosa, aquella belleza infantil e ingenua que tan temible la hacía.
Y fue y dijo, en nombre del gremio de pordioseros allí presente, que la señora debía distribuir sus beneficios entre todos sin distinción, pues todos eran igualmente acreedores a los frutos de su inmensa caridad. Respondioles Benina con ingenua sencillez que ella no tenía frutos ni cosa alguna que repartir, y que era tan pobre como ellos.
Pero no veo la gloria, ni en el propósito de desnaturalizar el carácter de los pueblos su genio personal para imponerles la identificación con un modelo extraño al que ellos sacrifiquen la originalidad irreemplazable de su espíritu; ni en la creencia ingenua de que eso pueda obtenerse alguna vez por procedimientos artificiales e improvisados de imitación.
Palabra del Dia
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