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Actualizado: 16 de noviembre de 2025


Deseaba la muerte, y no podía morir hasta cumplir con vosotras un deber que me ha impuesto el rey de los genios. Yo soy el único sabio que habla aún y entiende la lengua riquísima que se hablaba en Babel antes de la confusión. Cada palabra de esta lengua es un conjuro eficaz que fuerza y mueve a las potestades infernales a servir a quien le pronuncia.

La aspereza, los ángulos frágiles de esa costa de guijarros, sus puntas y sus picos, sus entradas súbitas y abruptas, imponían á la tempestad saltos, botes, esfuerzos increíbles, torturas infernales. Rechinaba de blanca espuma, pareciendo responder con una sonrisa execrable á la ferocidad de las lavas que desapiadadamente la rompían.

No por eso perdieron nuestros Misioneros las esperanzas de reducirlos; antes mientras más oposición hacía el demonio, se azoraban más á quitar de sus garras infernales estas almas. Procuraron luego de dar forma, cómo volver á reducirlos.

Pasaban por entre los lingotes al rojo blanco con la tranquilidad de la costumbre. El más ligero roce con aquellos infernales panes de azúcar, convertía instantáneamente la carne en humo, dejando el hueso al descubierto.

Quizá esto le sirva de consuelo en su enfermedad, porque Mario es, como yo, artista ante todo. Al pronunciar estas consoladoras palabras la voz del poeta burocrático resonaba lúgubre, profunda, como si en vez de ofrecer a la imaginación imágenes brillantes de dicha y alegría se hallase invocando a los espíritus infernales en algún cementerio a las doce de la noche.

Debe de ser decía para una mujer diabólica, hermosa, discreta, poseedora de infernales recursos, cuando ha logrado hechizar y embobar al Conde, que no es ningún chico inexperto ni ningún majadero. Con estas y otras parecidas reflexiones la Marquesa se atormentaba casi de continuo.

"Es cosa muy saludable y provechosa decía cenar poco para tener el estómago desocupado", y citaba una retahila de médicos infernales. Decía alabanzas de la dieta, y que ahorraba un hombre sueños pesados, sabiendo que en su casa no se podía soñar otra cosa sino que comían. Cenaron, y cenamos todos, y no cenó ninguno.

Y el demonio me prestó, sin duda, el poder sobrenatural y los medios de seducción casi irresistibles, con los cuales tendí a usía mis infernales redes, donde por vez primera logré que usía cayese, para insultarle y maltratarle luego con infamia. Y más vale así, porque peor hubiera sido que hubiésemos caído ambos en más honda sima y en pecado más grave.

Luego, cuando nuestro estado moral se hacía completamente lamentable, bajaba con nosotros con aire radioso a los infiernos, y nos hacía palpar los suplicios que merecían las almas manchadas por el pecado; tras de lo cual, pasando por un atrevido giro de frase a menos horribles ideas, emergía poco a poco de las regiones infernales, permanecía algunos instantes sobre la tierra, nos depositaba tranquilamente en el cielo, y descendía del púlpito, con el paso triunfal de un conquistador que acaba de cortar algún nudo gordiano.

Mi mente te ha hecho vivir siempre conmigo tal como eres realmente en el fondo del alma, como serías también en la apariencia si no te hubieran arrastrado en un momento de desmayo las fuerzas infernales y misteriosas que aún palpitan en los obscuros rincones de nuestra naturaleza... Escucha: Allá, lejos, muy lejos, en el fondo de América, detrás de los Andes, conozco un valle tibio y risueño como un nido de amor.

Palabra del Dia

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