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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Del Diablo Cojuelo, entremetido espíritu infernal que da nombre y ser a la novela, trató el señor Bonilla en una breve nota. Mucho más merecía el que «trujo al mundo la zarabanda, el déligo y la chacona», y yo he de volver hoy por su negra honrilla, recordando la mucha familiaridad que nosotros los españoles hemos tenido con él.
No veía más que las figuras de barro crudo que se agitaban con gresca infernal en medio del áspero bullicio de las cribas cilíndricas, pulverizando el agua y humedeciendo el polvo.
Ignoraba si su fin había sido instantáneo, fulminante, saliendo del mundo con una sonrisa de inconsciencia, ó si había pasado largas horas de suplicio abandonado en el campo, retorciéndose como un reptil, rodando por los círculos de un dolor infernal antes de sumirse en la nada.
De esto comencé a hablarle, cuando el demonio puso en sus labios una frase que me pareció el primer eslabón de la cadena a cuyo extremo había de salir engarzada la infernal idea; aquella que tanto me atormentaba en mi cerebro por el solo temor de que cupiera en el de mi enemigo. »Y salió, ¡Virgen María! ¡Qué momento aquel!
Los ángeles con vestidos blancos, y los demonios llenos de oro y plata y soberbiamente ataviados, pelearon unos con otros; se daban tajos y reveses y saltaban las espadas, y movían un ruído infernal, como si temblasen el cielo y la tierra. Al fin vino Judas y se ahorcó de una ventana, y cayó un rayo y lo consumió de manera, que desapareció para siempre de nuestra vista.»
Hace dos horas que me paseo por el presidio, para hacer tiempo, oyendo la charla de un idiota que ha sido notario y de un mentecato que ha sido médico. ¡Pobre amigo! Eso es lo que hubieran hecho de ti diez años de esta infernal existencia. Más vale morir al tratar de ser libre. Mientras hablaba, Tragomer se estaba desnudando.
Más le valiera haber muerto de una vez, dijo Ester. Sí, mujer, tienes razón, exclamó el viejo Rogerio haciendo brillar en los ojos todo el fuego infernal de su corazón; más le valiera haber muerto de una vez. Jamás mortal alguno padeció lo que este hombre ha padecido.... Y todo, todo, á la vista de su peor enemigo.
Si se cierra, romperán la puerta. Entonces, la dejamos abierta. Sí; dejadla abierta, y dejad abierta la escotilla. Nosotros, adentro. Desde la sobrecámara pudimos presenciar el alboroto del barco. Los chinos, sobre todo, armaban una algarabía infernal. Nissen recordó que el doctor Cornelius tenía guardado en su armario un alambique.
Por fin exclamó, precipitándose sobre la reja: Pero ese infernal gitano ha sabido eso por alguna camarera de mi mujer... o bien es que... No, señor Pérez, no repuso el gitano ; lo he sabido por el capitán de fragata que usted recibía en su casa, en Sevilla, porque ese capitán... era... ¡Acaba, pues, malvado! ¡Era yo!... ¿Ya está bautizado su hijo, señor?
Todo esto junto produce un ruido infernal. Tío Nardo se marea, su mujer solloza y Andrés observa impávido. De aquella turba de niños, algunos lloran, otros meditan tristemente reclinados contra la borda, otros miran atónitos cuanto les rodea..., ¡muy pocos ríen!
Palabra del Dia
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