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Actualizado: 28 de junio de 2025
El marido protestaba, intentando rebelarse. Pero las dos se indignaban contra él porque osaba interpretar estas diversiones inocentes de un modo ofensivo para su pudor. ¡Qué de disgustos proporcionaron las dos Marquesitas, como las llamaban en la ciudad, a la austera doña Elvira!... Mercedes, la soltera, se fugó con un inglés rico.
Los franceses, que gritan entre ellos, incurriendo en las mayores exageraciones, sin darse cuenta de que hay quien les escucha al otro lado de las puertas, habían repetido durante muchos años que Francia estaba en plena descomposición y marchaba á la muerte. ¡Por qué se indignaban luego ante el menosprecio de los enemigos!... ¡Cómo no habían de participar éstos de sus creencias!...
Las viejas carroñas reunidas en el saloncito de la bailarina, comentaban con admiración los adelantos de la pequeña y hasta se indignaban un poco contra el padre, por no aceptar las cosas tales como eran. Aquel Salvatti era el apoyo que necesitaba; un piloto, experto conocedor del mundo, que la dirigía sin tropezar en escollos ni perder bordada.
Lo dudaba, después que el señor Aubry se había ido; pero el fuego del cigarro que brillaba aún entre el césped, lo tranquilizó. ¿Así, pues, el señor Aubry y Jaime, no se indignaban ante la idea de que el huérfano pudiera un día convertirse en un hijo y en un hermano?
Debajo de aquella frente alta y pura de estatua helénica batallaban la duda, el temor, la esperanza, el despecho. Escrutó con ansia su pasado, recordó algunas insinuaciones malévolas, bastantes palabras sueltas, muchas sonrisas que á ella le indignaban más aún que las palabras. ¡Virgen María! ¿sería cierto aquello?
Le indignaban aquellas injustas y malévolas palabras, pero no se atrevía á salir á la defensa de su querida por miedo de enojar á Mercedes. Ni la subo ni la bajo manifestó Frasquito en tono agrio. Digo lo que todo Cádiz sabe. Si tú no lo quieres confesar, será también porque está tu hermana delante. La disputa iba tomando mal sesgo. La madre de las Cardenalas se creyó en el caso de atajarla.
En ellos era instintiva la violencia; se indignaban ferozmente viendo desoído á Dios, que habla por su boca. Sus crímenes del pasado y sus pretensiones del momento, imponían el deber de combatirlos. Podían respetarse sus creencias, pero vigilándolos como locos peligrosos, teniéndolos en perpetuo estado de debilidad para que no intentaran imponerse por la violencia.
Chico: repetían ¡lograste lo que deseabas! Estás en la arena y junto al rio.... ¡Buen partido! Te cayó el premio... te casarás.... ¿Cuándo es la boda? ¿Cuándo nos das el gran día? Me indignaban aquellas burlas; pero rechazarlas enérgicamente habría sido una tontería. Hice risa de mi cólera; me burlé de mí, repitiendo los dichos del boticario, y así logré que se calmara la tempestad.
Palabra del Dia
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