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Hay que hacer notar, de pasada, que es a este grande hombre a quien mi familia debe su ilustración y que mi nobleza data de él, lo que no prueba que venga de muy lejos, pero tampoco prueba que tenga un origen indigno, y esto que sería una gran desgracia.

No alcanzó a más su sagacidad, y aun esto le repugnó sobremanera, pues toda tardanza se le antojaba complicidad en el mal y todo fingimiento le parecía indigno del noble fin a que enderezó la voluntad. Era fogoso, arriscado; mas adivinando en su hermano un terrible adversario, comprendió que las circunstancias ponían trabas a su celo.

Yo creo, Gabriel, que ésa está peor que ... ¡Los hombres! ¡Con su honor y demás mentiras! Lo honrado es tener caridad, compasión al semejante, y no hacer mal a nadie. Eso lo dije el otro día al sinvergüenza de mi yerno, que se indignó viendo que marchaba a Madrid en busca de la chica.

Llegaron, pues, a ella, y, asiéndola por la mano el cura, prosiguió diciendo: -Lo que vuestro traje, señora, nos niega, vuestros cabellos nos descubren: señales claras que no deben de ser de poco momento las causas que han disfrazado vuestra belleza en hábito tan indigno, y traídola a tanta soledad como es ésta, en la cual ha sido ventura el hallaros, si no para dar remedio a vuestros males, a lo menos para darles consejo, pues ningún mal puede fatigar tanto, ni llegar tan al estremo de serlo, mientras no acaba la vida, que rehúya de no escuchar siquiera el consejo que con buena intención se le da al que lo padece.

Me irritó la maldad de mi amigo, me indignó su hipocresía; pero no había remedio, no le había, era justo que agradeciera yo a mi condiscípulo defensa tan brillante.

Querido tutor contestó Amaury con visible malhumor, no me pregunte nada que ataña a ese Felipe a quien no volveré a ver en mi vida. Antoñita le ha recibido a pesar de mis consejos y puede recibirle todavía, si le parece bien, pero yo no podré perdonarle su indigno modo de olvidar. ¿Olvidar a quién? preguntó el anciano. A Magdalena, señor.

La iglesia, tan ruidosa e iluminada durante la mañana, despoblábase rápidamente, cayendo en el silencio y la penumbra. Esteban se indignó al ver salir a Gabriel de la carroza eucarística. Te vas a matar: eso no es para ti. ¿Qué capricho ha sido el tuyo?

Ella comprendió la extrañeza del capitán al encontrarla en país enemigo; la inquietud que sentía por él mismo al ver á una espía en su buque. Miró en torno para convencerse de que estaban solos, y habló en voz baja. La doctora le había enviado á Francia para que «trabajase» en los puertos. A él solo podía revelar el secreto. Ulises se indignó ante esta confidencia.

He ahí lo que yo decía, sin poder acumular suficiente vergüenza e ignominia sobre la cabeza de la vieja. Y luego tuve conciencia de que me dejaba llevar de un furor indigno. Pero sentía que eso me desahogaba, respiraba más libremente y, cuando vi, tirada en el suelo, a la pobre Ifigenia a quien yo había maltratado, fui a recogerla.

Sola y desamparada en semejante caso, el fin tenía que ser inevitablemente desastroso. Me despedí de Mabel, alejándome con el sentimiento de que, amándola como confieso que la amaba, sin embargo era indigno de ella. Ciertamente, ¡estaba jugando una partida peligrosa!