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Actualizado: 18 de octubre de 2025
Hubo un momento de terror indecible, como debió de haberlo en el templo de Jerusalén, y toda aquella profusión de lujo y de poder quedó destruida y condenada, fantásticamente, en silencio, sin voces, sin gritos, sin dolor físico, sin que lo advirtieran los sentidos. No fue la destrucción en la realidad tangible de las cosas, sino en la íntima realidad de las conciencias.
Volvió a tomar la dirección Norte, sintiendo en su alma el suplicio indecible que producía la conjunción de dos sentimientos tan opuestos como el anhelo de la verdad y el terror de ella. Al distinguir el motor de noria que se destacaba sobre la casa de las Micaelas, no pudo reprimir un ahogo de pena que le hizo sollozar. El disco no se movía.
Y yo creo, además, que los corazones que encierran esos tristes secretos de que habláis, lo darán á conocer en ese día postrimero, no con repugnancia, sino con alegría inexplicable. Entonces ¿por qué no revelarlos aquí? preguntó el médico mirando de soslayo y tranquilamente al ministro ¿por qué los culpables no se aprovechan cuanto antes de este gozo indecible?
La reconoció por su estatura, por sus cabellos; de otro modo en nada se parecía aquella arrogante dama á la aldeana de Canzana. Pero la vió volver la cabeza á uno y otro lado hasta que le divisó, y su corazón experimentó un consuelo indecible. Su tía era más baja. Detrás de ellas marchaba un criado que se retiró en cuanto llamaron á la puerta y les abrieron. Una hora de espera.
En tierra, sentado sobre un trozo de carbón, un negro viejo, sobre cuyo rostro en éxtasis caía un rayo de luz, movía la cabeza, como en un deleite indecible, mientras batía, con ambas manos y de una manera vertiginosa, el parche de un tambor que oprimía entre las piernas colocadas horizontalmente. Era un redoble permanente, monótono, idéntico, a cuyo compás se trabajaba.
El último fué el que inmediatamente adquirió la privanza de su corazón: le sedujo hasta un punto indecible. Colocadas en lugar preferente de su biblioteca, fueron para él, á un tiempo mismo, código de la cortesanía y biblia de los sentimientos nebulosos y delicados.
Nada más brillante que los puntos de reunión en las calles de Nueva York a las horas de tono. La belleza de las mujeres asombra; las correctas líneas británicas, templadas por una gracia indecible, la elegancia de los trajes, el aire suelto y fácil con que son llevados, hacen de la neoyorquina un tipo especial.
Y, sin embargo, para mis ojos de niña, aquel lugar estaba cubierto de un encanto indecible, cuya sensación experimento aún, cuando me vuelvo a ver fascinada por esos cuadros maravillosos, sentada durante horas enteras en la hierba, inmóvil, contemplando de lo alto aquel hormiguero cuyas formas no eran más grandes que los hombrecillos de madera de mis cajas de juguetes.
Pero de los nuestros ninguno murió por la grande caridad que con ellos usaron los religiosos, que con indecible amor cuidaban de su salud, advirtiéndoles lo que debían hacer y de lo que se debían guardar para conservarla.
Luego la narración de San Mateo: María Magdalena y la otra María camino del sepulcro, la piedra removida, las resplandecientes palabras del ángel anunciando la Resurrección. La imagen de aquel milagro de los milagros la conmovió profundamente. Un júbilo indecible la inundaba al imaginar a Jesús en su glorioso vuelo, después de las angustias del Calvario.
Palabra del Dia
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