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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Junto a la chimenea se veía uno de esos asientos llamados confidentes, dispuestos en forma de ese, donde una pareja puede mirarse rostro a rostro, llegando tibio el aliento del que habla a la oreja del que escucha: para diálogo amoroso, imposible hallarlo mejor; pero no era mueble incitante y traidor de aquellos en que la castidad suele reclinarse sana y levantarse herida.

Inexperta y alucinada, juzgué que el mejor empleo y ocupación de mi ser era el amor, los goces ó la incitante gloria, cosas ¡ay! de liviana realidad que se desvanecen pasada la ilusión primera. Mi alma está pura, y anhela reposarse en el bien. Aborrezco el mundo; pienso sólo en Dios, imán de nuestros corazones, fuente de toda salud, principio de toda inteligencia.

Angelina desprendía de sus cabellos la deseada flor, y me la ofrecía por alto, como se ofrece a un niño el incitante fruto acabado de cortar. Yo me fingía enfadado: ¿Así, señorita? ¡Así, caballero! No; como sabes.... Linilla sonreía, besaba la flor, y me la daba. ¡Inolvidables besos! ¡Dulces besos recogidos en la corola de una rosa!

La fina membrana, blanca, suavísima, iba en pocos minutos de la rodilla de la buñolera, de la servilleta nivea, a la sartén hirviente; chillaba la manteca al apoderarse de la masa, la cual se esponjaba en mil ampollas, y a poco salía el buñuelo incitante y tentador, aunque despidiendo cierta fragancia empalagosa.

Pues bien, estoy seguro de que no hay magnate ni extranjero en Paris que tenga una casa montada con más lujo, con más alarde, con más profusion; sobre todo, con un gusto más refinado, más incitante, más deslumbrador. Estilo árabe, estilo persa, estilo griego; doraduras, bordados, reflejos, prismas; todo está allí mezclado y confundido formando una region de hadas ó de huríes.

Era hermosa, incitante; pero el Magistral la había alejado de , como haría con Obdulia, si las exigencias sociales no lo impidiesen. Petra se presentó como si fuese una desconocida; como si persona tan insignificante debiera de estar borrada de la memoria de personaje tan alto.

El grande hombre vaciló un momento, atolondrado por la onda de carne femenil que caía sobre él, por el perfume incitante que le envolvía, por los labios suaves que buscaban los suyos, enredando la barba en los dientes de láctea blancura. Pero fué la debilidad de un instante, que pasó como una ráfaga.

Al acercarse al pilón de la fuente de Oeste, De Pas tuvo tentaciones de aplicar sus labios al tubo de hierro que apretaba con sus dientes un león de piedra, y saciar sus ansias en el chorro bullicioso, incitante.... No se atrevió y dio la vuelta, continuando su paseo en la soledad. Al llegar a la otra fuente, iguales ansias, iguales tentaciones.... Media vuelta y atrás.

Ora entornaba los párpados con desmayadizo temblor, como si respirara un perfume doloroso; ora los abría desmesuradamente; y resumiendo, a la vez, su boca de carmín, parecía ofrecerla a un galán imaginario, como confitada fresa, como incitante golosina purpúrea. La dueña la preguntó casi al oído: ¿Pasó por esta calle? ¿De quién decís? repuso la niña. De Gonzalo. ¿Lo yo acaso? que debió.

Abría los ojos despavoridos encima de aquella memoria incitante, y no sabía qué cosa le atraía más a la visión tentadora, si era el gozo de amarla o el quebranto de perderla.

Palabra del Dia

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