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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Se le ocurrió poner, colgado en el balcón, el cuerpo de vestido que pegada tenía la cosa falsa con que doña Lupe engañaba al público. La malicia de Papitos imaginaba que puesto en el balcón el testimonio de la falta de su señora, la gente que pasase lo había de ver y se había de reír mucho.
El P. Martinez Zúñiga se imaginaba que los Tagalos usaban el mismo alfabeto que los Malayos, y como habria oido decir que estos escribian de derecha
En fin, otro día, al anochecer, descubrieron la gran ciudad del Toboso, con cuya vista se le alegraron los espíritus a don Quijote y se le entristecieron a Sancho, porque no sabía la casa de Dulcinea, ni en su vida la había visto, como no la había visto su señor; de modo que el uno por verla, y el otro por no haberla visto, estaban alborotados, y no imaginaba Sancho qué había de hacer cuando su dueño le enviase al Toboso.
Madariaga le interrumpió, fatigado de tanta grandeza. «Mentiras... macanas... aire.» ¡Hablarle á él de noblezas de gringos!... Había salido muy joven de Europa para sumirse en las revueltas democracias de América, y aunque la nobleza le parecía algo anacrónico é incomprensible, se imaginaba que la única auténtica y respetable era la de su país.
Y el revolucionario, escuchando al gañán, se imaginaba una época en la que no existiese la ignorancia y la actual bestia de trabajo, mal nutrida, con el pensamiento petrificado y sin otra esperanza que la insuficiente y envilecedora caridad, se metamorfosease en hombre. Al primer conflicto entre los felices y los desgraciados, se quebraría el viejo mundo.
Toledo tuvo que contarles su vida guerrera como él se la imaginaba, á través de los años , y los dos jóvenes, que habían asistido á combates de millones de hombres, mostraron el mismo interés de los niños que escuchan un cuento exótico ante este relato de obscuros encuentros de montaña, que ni nombre tenían, y sólo perduraban exageradamente en la memoria de don Marcos.
El aperador había criado a Gaspar y se lo imaginaba siempre, desde que se marchó, rozagante y mofletudo, vistiendo un uniforme nuevo con adornos encarnados. Y al verle de distinto modo, todas sus ideas habían venido a tierra. En tal momento Hullin, alzando la voz, dijo: ¿Y nosotros, Gaspar, nosotros, tus antiguos amigos? ¿Nos vas a dejar en blanco?
Alentada por mi sincera curiosidad, me dijo que poco a poco había abandonado lo que imaginaba ser debilidades de su primera educación, pero notaba que perdía sus ya escasas fuerzas en esta nueva situación.
Pensando siempre en él, recordaba las reuniones, los bailes, los paseos, todas las ocasiones que había aprovechado, solícito, para acercarse a ella y expresarle sus sentimientos. Después de agotar estos recuerdos, formaba proyectos para el porvenir; pero, cuando imaginaba lo que sería su existencia si el destino los unía, no se representaba más que fiestas, viajes, diversiones de todas clases.
Ojeda creyó adivinar en la faz triste de Mina un sinnúmero de miserias inconfesables. Se imaginaba la vuelta del teatro de estos dos seres que ya no podía entenderse: ella resignada, con mudos gestos de desesperación; él embrutecido por la amargura del fracaso.
Palabra del Dia
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