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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Pero al mismo tiempo todos los desdenes, todas las humillaciones pasadas, le parecían insignificantes ante la idea de la felicidad prohibida, que imaginaba oculta en aquel soñado esplendor de los bellos hechizos. No había muerto del todo su esperanza. Aguardaba la entrevista.
Juanita imaginaba, ufanándose, que el amor de él, aunque mal pagado, había ennoblecido y hermoseado su alma y sus facciones, desterrando de ellas aquella vulgar expresión que solía tener antes, cuando él, exento de amor sublime y poco venturoso, lucía su ingenio diciendo chuscadas a menudo chocarreras.
Se imaginaba la escena de violencias y crueles tormentos que Elena iba a sufrir, y su imaginación estaba tan impresionada por aquel doloroso espectáculo, que permaneció inmóvil y como petrificada delante del castillo: Una voz que pronunciaba su nombre le hizo alzar la cabeza y le arrancó un grito de alegría.
Volaba mi pensamiento a través de las sombras en busca de la humilde casa cural; me imaginaba yo que estaba allí, en la modesta salita, cerca del sacerdote, y al lado de Angelina. Asistía yo a la partida de ajedrez, y a la sesión de lectura. El anciano en su sillón; Angelina a un lado, cerca de la mesa, a la luz de una lámpara, con un libro en las manos.
La pobre estaba hecha á estas pruebas y podía considerarse la persona más violada de todo Méjico. En su vida no había servido para otra cosa. Pero la gente, que se imaginaba vivir libre por algún tiempo de la calamidad de las sublevaciones militares, huía miedosa al ver que volvían á empezar.
Se imaginaba los pequeños reinos de los walís feudatarios; señoríos semejantes al de su familia, sólo que en vez de estar cimentados en la influencia y el proceso, se sostenían con la lanza de aquellos jinetes que así labraban la tierra como caracoleaban en juntas y encuentros con una elegancia jamás igualada por caballero alguno.
Su fisonomía fué reflejando las distintas fases de una gran revolución interior. Primeramente mostró asombro, como si presenciase un hecho inaudito que trastornaba todas las reglas consagradas; luego, indignación; y, finalmente, rencor. Al día siguiente tendría que pagar este destrozo estúpido... ¡Y ella que se imaginaba haber encontrado un alma de héroe, digna de la suya!...
El deseo de una cosa de tal suerte muda la fantasía, y altera al juicio, que si es muy vehemente nos hace errar. Este deseo le gastó la fantasía de manera, que ninguna otra cosa imaginaba con mayor vehemencia.
Doña Elvira, la abuela de Jaime, una señora venida de Méjico, cuyo retrato había él contemplado tantas veces, y a la que se imaginaba siempre vestida de blanco, con los ojos en alto y el arpa dorada entre las rodillas, visitó a la solitaria de Son Vent.
Así, mucho antes del alba, Isidora, despierta y nerviosa, imaginaba estar en la casa de su tía y de su hermano; los veía como si los tuviera delante; hablaba con ellos preguntando y respondiendo, ya con seriedad, ya con risas, y oía las inflexiones de la voz de cada uno.
Palabra del Dia
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