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Actualizado: 3 de junio de 2025


Hace dos mil quinientos años era ya famoso en Grecia el poema de la Ilíada. Unos dicen que lo compuso Homero, el poeta ciego de la barba de rizos, que andaba de pueblo en pueblo cantando sus versos al compás de la lira, como hacían los aedas de entonces. Otros dicen que no hubo Homero, sino que el poema lo fueron componiendo diferentes cantores.

Otra cosa que entre los griegos gustaba mucho era la oratoria, y se tenía como hijo de un dios al que hablaba bien, o hacía llorar o entender a los hombres. Por eso hay en la Ilíada tantas descripciones de combates, y tantas curas de heridas, y tantas arengas. Todo lo que se sabe de los primeros tiempos de los griegos, está en la Ilíada.

Fernando repetía con entusiasmo su propio apellido al hablar de aquel varón fuerte, al que consideraba su ascendiente glorioso. Ojeda es en el Nuevo Mundo lo mismo que Aquiles en la Ilíada o el Cid en el Romancero. ¡Qué hermosa muestra de hombre!... Los cronistas de la época lo pintaban pequeño de cuerpo, agraciado de rostro, con una agilidad y una fuerza sorprendentes.

Pero aquel principio fecundo para la civilización, y singularmente para las artes, que ha engendrado la Iliada, el Prometeo encadenado, la Niobé y el Partenon, que más tarde creó las obras portentosas del Renacimiento, exagerado en la Europa moderna, sacado fuera de sus justos límites, ha traído consigo el desequilibrio y como resultado la decadencia.

Alejandro, el Bermúdez nuestro, tuvo tanto de su homónimo, el de Macedonia, como sus hermanos Héctor y Aquiles de los dos famosos héroes de La Iliada; aunque, en honor de la verdad y escrupulizando mucho las cosas, algo vino a sacar, ya que no del insigne conquistador, de su padre, pues llegó a ser tuerto como el gran Filipo.

¡Infeliz! ¡Se ha dejado morir de hambre! dijo el jugador con sorpresa. Así se llama esto repuso la mujer con voz apagada. Se acostó de nuevo, y volviendo la cara hacia la pared, entró en una rápida agonía. Aquel día enmudecieron el acordeón y las castañuelas, y se olvidó la Iliada y sus héroes.

Aquella en que encerró Alejandro la Iliada era, en comparación de ésta, más chapucera y pobre que una caja de turrón de Jijona. El Príncipe tomó la cajita en sus manos, la abrió y estuvo largo rato contemplando con ojos amorosos lo que había en el fondo de ella. Metió luego la mano en la cajita y sacó un cordón.

Puso en ridículo la caballería; porque no era ya conveniente á su siglo; además, no son esas las luchas que a te honran, sino las batallas campales; lo sabes bien. Estas son mis razones, y si no te convencen, acepto tu reto. VENUS se asombra, pero calla. MERCURIO quita del platillo la ENEIDA, substituyéndola con la ILIADA.

Los «guzleros» fueron los historiadores nacionales, y todos prolongaron la Ilíada servia improvisando nuevos cantos.

Eran los viejos troyanos de la Ilíada, que protestan del largo sitio de su ciudad, de la sangre de miles de héroes, de la miseria, todo por culpa de una mujer... Pero pasa Helena ante el «banco de los viejos», majestuosa de belleza, arrastrando sus túnicas de oro, y todos ellos quedan absortos de admiración, lo mismo que si la divina Afrodita acabase de descender á la tierra, y murmuran como una plegaria: «Bien merece lo que por ella sufrimos. ¡Es tan hermosa

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