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Actualizado: 13 de julio de 2025
A falta de su mujer, Bonis se contentó con su humilde lecho de soltero, en aquella alcoba suya, testigo de tantos pensamientos, de tantos sueños, de tantos remordimientos, de tantas penas y humillaciones devoradas entre sollozos.
Fuera del vino de Madrigal, guardado en pellejos taberniles, no se hallaba provisión alguna en la casa, y, continuamente, los criados salían a mercar a crédito en la vecindad lo que se iba necesitando. Las angustias de dinero no tardaron en sobrevenir; pero el hidalgo, cuya altivez no aceptaba las humillaciones de la economía, fue empeñando uno a uno sus bienes a los genoveses.
Siente la áspera indignación, la escandalizada moralidad de todos los despechados. De tal modo aumenta su cólera, que se levanta de la silla. No quiere continuar en el café. La otra le ha visto, y puede creer que la persigue, que espera su salida para suplicarle. Nunca; bastante tiene con ciertas humillaciones que no quiere recordar. Se despide apresuradamente.
Los largos deseos atados a su amor, las humillaciones devoradas en silencio, habían concluido por anular su dignidad de otro tiempo y por corromperle hasta en las raíces de su ser. Ahora el corazón le latía con violencia agitado por esta sola idea: "el cura no tardará en venir, Adriana será de todos modos mía". Y ya no quiso pensar en otra cosa.
La civilización continuó no consiste únicamente en una gran industria, en muchos barcos, ejércitos y numerosas universidades que sólo enseñan ciencia. Esa es una civilización material. Hay otra superior que eleva el alma y no permite que la dignidad humana sufra sin protesta continuas humillaciones.
Tan simpática como ésta, y por la misma razón, es la heroína de la segunda comedia mencionada: quizás en pocas obras observemos un carácter tan angelical, un corazón y unas costumbres tan puras, que resplandecen siempre serenas hasta en las tentaciones, humillaciones y extravíos.
¡Y nosotros obligados á servirles!... continuó gimiendo la mujer . Están locos: parecen otros hombres. Los soldados dicen que se marchan al amanecer. Hay una gran batalla, van á ganarla, pero todos necesitan pelear en ella... Mi pobre marido ya no puede más. Tantas humillaciones... Y mi hija... ¡mi hija!... Esta era su mayor preocupación.
Del monte volvió Buda, porque pensó, después de mucho pensar, que con vivir sin comer y beber no se hacia bien a los hombres, ni con dormir en el suelo, ni con andar descalzo, sino que estaba la salvación en conocer las cuatro verdades, que dicen que la vida es toda de dolor, y que el dolor viene de desear, y que para vivir sin dolor es necesario vivir sin deseo, y que el dulce nirvana, que es la hermosura como de luz que le da al alma el desinterés, no se logra viviendo, como loco o glotón, para los gustos de lo material, y para amontonar a fuerza de odio y humillaciones el mando y la fortuna, sino entendiendo que no se ha de vivir para la vanidad, ni se ha de querer lo de otros y guardar rencor, ni se ha de dudar de la armonía del mundo o ignorar nada de él o mortificarse con la ofensa y la envidia, ni se ha de reposar hasta que el alma sea como una luz de aurora, que llena de claridad y hermosura al mundo, y llore y padezca por todo lo triste que hay en él, y se vea como médico y padre de todos los que tienen razón de dolor: es como vivir en un azul que no se acaba, con un gusto tan puro que debe ser lo que se llama gloria, y con los brazos siempre abiertos.
Pero este hermoso sueño fué turbado por un pensamiento cruel que heló su corazón. Ella no podía entrar en el cielo. Ya no era inocente y pura como en otros tiempos, y no ofrecería en remisión de sus pecados veniales una vida de martirios y humillaciones. Había destruído con una venganza ruin todos sus merecimientos. No era más que una infeliz pecadora, una despreciable adúltera.
Olvidada de molestias y humillaciones de la cárcel, no tenía seso ni corazón más que para raciocinar sobre aquel problema y dolerse de él; porque sí, era un problema semejante a una llaga, un problema que la enloquecía como un logogrifo indescifrable, y la lastimaba como una úlcera abierta en lo más delicado y profundo de sus entrañas. La pavorosa duda tenía alternativas y lances de batalla.
Palabra del Dia
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