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Actualizado: 13 de julio de 2025


Por la tarde hubo un rato de buen tiempo que me permitió salir. Un sendero resbaladizo a través del monte desembocaba en el bosque que cubría una parte del horizonte con sus sombríos colores. A la parte opuesta entre grises brumas percibíase la informe masa de la ciudad, compacta, extendida en semicírculo entre las colinas, amontonada y humeante, manchada aún por una parte de los suburbios.

Las cornetas de la isla del Huevo respondían á continuación, con su alegre llamada á la olla humeante, y por la escalera del hotel ascendía el chinesco estrépito del gong anunciando que el almuerzo estaba servido. Ulises bajó á ocupar su mesa, mirando inútilmente á los otros huéspedes que se habían adelantado.

Entonces, semiaturdido, solicitando al sueño por las exigencias de su naturaleza hercúlea y de su espesa sangre, cogía el señor Joaquín la maquinilla, cebaba con alcohol el depósito, prendía fuego, y presto salía del pico de hojalata negro y humeante río de café, cuyas ondas a la vez calentaban, despejaban la cabeza y con la leve fiebre y el grato amargor, dejaban apto al coloso para velar y trabajar, sacar sus cuentas y pesar y vender sus artículos.

La abundancia y la alegría reinaban en aquellas tres casas. Se trabajaba tan firme como en los primeros tiempos; pero al soltar la azada ó la guadaña, los hombres encontraban sobre el lar la comida sazonada y humeante, el jamón añejo, el queso fresco, la sidra espumosa.

Salió con una escudilla desportillada en la mano, llena de morena melaza, y arrimando al fuego un pucherito donde estaba ya la cascarilla, le añadió en debidas proporciones azúcar y leche, y volviose al cuarto del portal con una taza humeante y colmada a reverter. En el fondo del cacharro quedaba como cosa de otra taza.

Cierto que no podía ser pródigo con su amigo, porque la propia familia tan numerosa tenía apenas lo necesario; pero solicitud, atenciones no le faltarían al enfermo». Volvió a poco soplando un líquido pálido y humeante en el que flotaban partículas de carbón. Se lo hizo beber a don Santos, sujetándole la cabeza que temblaba y sin permitirle tomar la taza con su flaca mano, que temblaba también.

Una mañana tomó el tren, y luego de faldear la montaña humeante del Vesubio, pasando entre pueblos de color de rosa circundados de viñas, bajó en una estación: Pompeya. De los hoteles y restoranes, en fúnebre soledad, surgieron los guías como un enjambre de avispas súbitamente despertadas. Se lamentaban de la guerra, que había cortado la circulación de viajeros.

Don Juan en la cabecera, con las dos niñas, y en el extremo opuesto doña Manuela, teniendo a la derecha a Juanito y a la izquierda la silla destinada a Rafael. La humeante sopera descansó en el centro de la mesa, con el cucharón de plata metido en las entrañas, y rápidamente se llenaron los platos. ¡Soberbia sopa!

¡Bum-bum-bum! ¡qué se abra el telon! ¡bum-bum-bum! Los artilleros no eran los menos alborotadores. Los émulos de Marte, como los llama Ben Zayb, no se contentaban con esta música; creyéndose tal vez en una plaza de toros, saludaban á las señoras que pasaban delante de ellos con frases que por eufemismo se llaman en Madrid flores cuando á veces se parecen á humeante basura.

Hexe-Baizel no tardó en traer la sopa, y los sitiados hicieron círculo alrededor de la cazuela humeante. Catalina Lefèvre salió del antiguo refugio a las siete de la mañana, cuando aún dormían Luisa y Hexe-Baizel. La claridad del día, la espléndida claridad de las altas regiones, iluminaba ya los abismos.

Palabra del Dia

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