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Actualizado: 27 de julio de 2025
Se esparció inmediatamente por todo el pueblo este razonamiento, y la mocion en que estaban las compañias milicianas, no descuidándose D. Nicolas Herrera en atizar el fuego, contando en todas partes con los colores mas vivos, que su malicioso intento pudo sugerirle, la conjuracion de los europeos.
Dios os guarde y os haga dichosa, aunque tenéis partes para no serlo, y más si heredáis mi fortuna, hasta que tengáis consuelo, como vos lo sois mío. Vuestro padre.» La epístola á Herrera, en que describe la lucha que sostuvo su corazón entre el dolor y la alegría al profesar aquélla en el convento, es una de sus composiciones más bellas.
Las obras del pintor Francisco de Herrera, á quien generalmente se conoce por Herrera El Viejo, para diferenciarlo de su hijo, del mismo nombre y también artista, son universalmente celebradas, y el título de su autor es de los que gozan en justicia un puesto de preferencia entre los antiguos pintores sevillanos.
El padre, que consagró a la caridad gran parte de las horas de su ejemplar existencia, tanto que sus virtudes fueron celebradas por Herrera Maldonado en su Vida de don Bernardino de Obregón, fué bordador de oficio y murió en 1578.
Se trató del P. Herrera, y don Carlos dijo que era muy digno de ocupar los puestos más elevados en la diócesis; que merecía ser obispo, y que su extremada modestia le tenía relegado en la Sierra, en un pueblo remoto que era como una Tebaida. Después fuimos a la sala. Gabriela, dijo don Carlos ¡siéntate al piano y tócanos algo!
Con esta cantidad se dió principio á los preparativos; pusiéronse á sueldo 300 hombres: se nombraron capitanes y demas oficiales, para hacer el servicio: D. Manuel Serrano, formó una compañia de la mas infame chusma del pueblo, y nombró por su teniente á D. Nicolas de Herrera, de génio caviloso, que despues fué uno de los que mas sobresalieron en esta trágica escena.
Dos o tres veces escribí una palabra por otra; eché a perder una hoja de papel sellado, y estaba yo a punto de decir: «¡No sigo escribiendo! ¡Estoy enfermo!...» cuando dio la una. Corrí a la casa. El P. Herrera conversaba en la sala con mis tías, y Angelina arreglaba la mesa en el comedor. No me sintió al llegar; me tenía a su lado y no me había visto.
Visité la Catedral, ó, por mejor decir, el fragmento de ella que hay construído; pero, estudiando los planos y proyectos de Juan de Herrera, que guarda el Cabildo, comprendí que si el grande arquitecto no hubiese abandonado esta obra por la del Escorial, España tendría hoy un templo del Renacimiento digno de figurar al lado de San Pedro de Roma.
D. Nicolas Herrera, que deseaba mas que todos llegase el caso de egecutar el saqueo, publicaba en todas partes el razonamiento de Pagador, y continuando sus diligencias, entró en casa de D. Casimiro Delgado, que á la sazon estaba jugando con D. Manuel Amezaga, cura de Challacollo, y con Fray Antonio Lazo, del Orden de San Agustin.
Demostrando grandes condiciones para la enseñanza, á Castillo acudieron no pocos discípulos, siendo su academia la que más frutos obtuvo para el arte, de aquellas otras que tenían en sus talleres el clérigo Roelas, Herrera el Viejo y Francisco Pacheco.
Palabra del Dia
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