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El que dirigió el alegre santuario, dió más tarde ancho campo á la valentía de sus concepciones, en las magníficas obras de San Agustín de Manila, cuyo templo forma una hoja de laurel con el ilustre apellido de Herrera. El pueblo de San Pedro Macati, perteneció á los padres jesuítas; á la salida de estos, fueron comprados sus terrenos y hacienda por el marquesado de Villamediana.

Recordará el lector que Diego de Praves fué llamado á Córdoba por el obispo Reinoso en 1597 para que diese su opinion sobre el modo de concluir la fábrica. Este arquitecto fué el encargado de las obras del palacio y de la catedral de Valladolid, trazadas por Francisco de Mora y por Juan de Herrera, cuando se trasladó la corte de aquella ciudad á Madrid.

Hacian 10 años, que se esperimentaba un total atraso en las labores de minas; de modo que en la actualidad no habia una sola que llevase formal trabajo, ni pudiese rendir á su dueño lo necesario para su conservacion y giro, siendo lo único que sostenia el vecindario: cuya total decadencia puso á sus mineros en tan lamentable constitucion, que los que se contaban por principales, y en otros tiempos poseian agigantados caudales, como eran los Rodriguez, Herrera, Galleguillos y otros, se hallaban en un estado de inopia, descubiertos en muchos miles, así al Rey, como con otros particulares, sin poderlos pagar, ni seguir el trabajo de sus labores, por falta de medios.

Luis de León, Herrera.... Déjate de los románticos; son intemperantes y monstruosos.... ¿Qué ha dicho Víctor Hugo que no esté superado por los poetas latinos? ¿En qué han sobrepujado él y tu Zorrilla, tu gran Zorrilla, a Lope y a Calderón? Vamos, muchacho, ¿quieres tener buen gusto? Pues deja de la mano esos mamarrachos.

No tardaría en llegar el P. Herrera, y, como era posible que Angelina se fuera con él, quería yo gozar de los pocos días de felicidad que me quedaban. La pobre niña no volvió a hablar de viaje. Se apresuró a disponer la recámara de su protector. Convinimos en que mi habitación era la más cómoda, y, aunque las tías se empeñaron en dejarle la suya, decidióse que el huésped ocupara la mía.

Tía Pepa observaba en mi rostro el efecto que me causaba aquella conversación. Angelina me vió, como diciéndome con los ojos: Y ¿qué dices? Cayóme en gracia el viejecito. Fino, afable, cortés, jovial, sin llanezas ni bromas de mal gusto, de fácil palabra y amena conversación, el P. Herrera, a pesar de sus años, parecía un mozo por la frescura de sentimientos.

Y poniendo su trémula mano en mi cabeza, alisó mis desordenados cabellos, y mostrándome unas tijeritas me dijo dulcemente, en voz baja, como si temiese ser oída: ¿Corto? Corta. En vano charló el P. Herrera esa noche. Nos contó memorias de su vida estudiantil; pero no consiguió alegrarnos, y cuenta que el buen anciano tenía mucha gracia para conversar. Todos estábamos tristes.

Felipe II encomendó la obra á los famosos arquitectos Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo, y, á fuer de rey piadoso, quiso que no solo se construyese un palacio admirable, sino tambien un esplendido convento y una iglesia maravillosa. Para hacer mas vivo el recuerdo de San Lorenzo se dió á esos monumentos la forma general de una parrilla, símbolo del suplicio del Santo.

El rei don Fernando, segun la opinion del grave historiador Antonio de Herrera , era de escelentisimo consejo, i si fuera constante en lo que prometia, no se hallára en él cosa reprensible. Otros escritores lo acusan de que en sus acciones no guardaba mas fe á los confederados que la que pedia su propia comodidad.

Lope está en Sicilia con el excelentísimo marqués de Santa Cruz, mi señor y mi protectorEpíst. á D. Francisco de Herrera. Fundación y fiestas de la congregación del Oratorio de la calle del Olivar, por D. Joséf Martínez de Grimaldo. Madrid, 1657, IV, fólio 24. Navarrete, Vida de Cervantes, pág. 468.