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Mucho he sufrido, pero todo lo doy por bien empleado, porque al verte seguirme, y perseguirme, y rogarme, y temblar en mis brazos, y besarme, como temblaste y me besaste la tarde del teatro... vamos, he llegado a creer que me amas de veras. ¿Me perdonas? Estaba hermosísima.

Mas lo que le hacía más dichoso, según él decía, era tener una hija de tan estremada hermosura, rara discreción, donaire y virtud, que el que la conocía y la miraba se admiraba de ver las estremadas partes con que el cielo y la naturaleza la habían enriquecido. Siendo niña fue hermosa, y siempre fue creciendo en belleza, y en la edad de diez y seis años fue hermosísima.

A las diez de la mañana de ayer salimos de Milly para Changrenon, donde vamos a pasar el día con los señores Rambuteau, nuestros vecinos. La señorita de Rambuteau es hermosísima, y bien quisiera yo que mis hijas se le pareciesen. Esta joven es aquella célebre Madame de Mesgrigny, tan admirada por su belleza en la corte de Napoleón.

Los mismos palaciegos daban parte diario á su señor de si lo celaba su esposa; y estos mismos palaciegos cercioraban á la archiduquesa detalladamente de cuanto podia contribuir á irritarla mas. Por uno de estos llegó á saber que una de las cosas que mas habian encantado á su esposo de la camarista, era su hermosísima poblada y rubia cabellera.

La noche estaba hermosísima, y Velarde siguió a pie por las extraviadas calles que llevaban al palacio de Villamelón, tropezando a cada paso con los humildes vecinos de las buhardillas y sotabancos, que tomaban el fresco sentados en las aceras. Presto llegó a la Plaza de Oriente, dio dos vueltas en torno del jardín circular y sentóse al cabo en un banco, frente al palacio.

Precedidos por el criado, subimos la escalera monumental, y, recorriendo un pasillo, llegamos a un salón inmenso, con grandes espejos y medallones. Esperamos un rato y apareció la dueña de la casa, doña Hortensia, una mujer opulenta, hermosísima. Nos recibió con gran amabilidad. Don Ciriaco estuvo muy cortesano con ella. Realmente, el viejo capitán era un hombre de salón.

Habladores ó charlatanes los puede haber en todos los paises, en todas las regiones del mundo habitado, en medio de los fríos y secos ingleses así como entre los vivos é impresionables franceses... Y seguía una hermosísima revista de los pueblos con sus poéticos caracteres y epítetos más sonoros.

Tenía la tía Zarandaja sus motivos para que la importase en gran manera por doña Guiomar y por Cervantes lo que el señor Viváis-mil-años la dijese, porque el rapista y ella habían hablado mucho de un cierto señor que andaba sin seso y casi convertido en alma en pena por la hermosísima viuda.

Allí, en breves razones, se dieron cuenta de sus sucesos; allí mostraron puesta en su punto la buena amistad de dos hermanos; allí abrazó el oidor a Zoraida; allí la ofreció su hacienda; allí hizo que la abrazase su hija; allí la cristiana hermosa y la mora hermosísima renovaron las lágrimas de todos.

Tan dulce confianza alegra los días de esa familia infeliz, digna de mejor suerte. Al acabar de decirme esto el cura, se acercó a él la misma señora de edad que lo había llamado aparte e iba hablándole cuando llegamos al pueblo. Iba seguida de una joven hermosísima, la más hermosa tal vez de la aldea.