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Puede que la hubiera dijo la otra al fin, con voz muy apagada y trémula . Puede que ... ¿Ve usted cómo salen las heces cuando se las quiere sacar? Pero también le diré a usted que yo no contaba con volverle a ver... Pensé que no se acordaba de . Yo me llegué a creer que podría ser buena y honrada... me lo tragué. ¿Pero cómo fue ello?, que él me buscó... señora, me buscó y me encontró.

Desde que supo la cobarde y traidora intriga urdida para que sus bienes fueran a parar al fruto de los adúlteros, no levantó cabeza. Bebió el cáliz del dolor hasta las heces. Lo bebió con la sonrisa en los labios para no desmentir sus teorías, pero el veneno produce siempre su efecto; le abrasó las entrañas. La tos fue en aumento, los esputos sanguinolentos también.

Serían los del almuerzo hasta catorce, y ninguno dellos dejó de sacar su cuchillo de cachas amarillas, si no fue Rinconete, que sacó su media espada. A los dos viejos de bayeta y a la guía tocó el escanciar con el corcho de colmena. En poco espacio vieron el fondo de la canasta y las heces del cuero. Los viejos bebieron sine fine; los mozos, adunia; las señoras, los quiries.

Se principia por un chocolate serio que preside el Alcalde acompañado de toda la colonia española, y concluye con las heces del coquillo que apura el tanor, y los últimos huesos que roe el pretendiente á cuadrillero. Desde el chocolate al hueso, desfilan en perfecto orden de categorías, todos los que existen en el pueblo.

Y por allá se anda a las fechas, sin apartar los ojos de su pueblo, aunque con el consuelo, últimamente, de ver cómo van echándole de menos allí y suspirando por él los mismos que le vilipendiaron, según van volviendo las heces al fondo de la cuba, revuelta por manos viles.

Y cesaron; pero dejando en Leto ciertas heces que le amargaron mucho la fiesta; y eso que el fiscal, lejos de ofenderse con la protesta, aunque cambió de estilo y de asunto, se quedó tan fresco como una lechuga, y tan amigo de Leto como siempre.

En suma, el Vizconde no quiso apurar hasta las heces el deleite de hablar aquella noche con Rafaela, exponiéndose a cansarla y a hartarla con la mera conversación, aburriendo, marchitando y hasta secando, en el alma de ella, el deseo que tal vez pudiera nacer de que la conversación dejase de ser término y llegase a ser medio y camino para mayores y más dulces intimidades.

Sin duda, todo esto es cierto; pero vosotros no debéis ignorar que CERVANTES fué herido y cautivo por muchos en el inhospitalario suelo del África, donde apuró hasta las heces el cáliz de la amargura, viviendo con la continua amenaza de la muerte. ¡No, por mi lanza! ¡No! ¡Jamás!

El licor que en lo sucesivo se llevaría á los labios, tendría que ser seguramente rico, delicioso, vivificante y en pulido vaso de oro; ó de otro modo produciría una languidez inevitable y tediosa, viniendo después de las heces de amargura que hasta entonces había apurado á manera de cordial de intensa potencia. Perla estaba ataviada alegremente.

Mas no acusemos a Dios del uso que puede darse a su obra. Fabrica el alfarero un vaso primoroso, y no es responsable del veneno que luego se deposita en él y que tal vez apura hasta las heces nuestro sediento labio. »Ella es hermosa de alma y de cuerpo. Sus ojos, azules como el cielo, no revelan sino ideas y sentimientos llenos de limpia honestidad.