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Actualizado: 15 de julio de 2025


Cualquier otro hombre hubiese comenzado por galantear a Julia hasta esperanzarse con algún fundamento, para seguir después enamorándola a fuerza de sinceridad y prudencia: él comenzó a discurrir ante todo la manera de salir de dudas; lo demás, suponía que se haría solo. Pronto se le presentó la oportunidad de poner su imaginación al servicio de su propósito.

No diga eso, hermana, que tal vez ella lo haría peor. ¡Yo, peor!... ¡Anda, anda! Nunca en mi vida hice una chapucería semejante. ¡Cuántas habrá hecho, hermana! ¡Nunca, nunca! repitió la monja en tono colérico . A los siete años ya sabía yo coser mejor. En aquel momento apareció la superiora en el pasillo.

Enhorabuena que nuestra experiencia tenga un límite en la division, pero la divisibilidad en misma no le tiene; un ser dotado de mas medios que nosotros pudiera llevar la division mas allá; en esta escala no hay límites, pues que en último recurso nos hallamos con Dios cuyo poder infinito puede llevar la division hasta lo infinito, cuya inteligencia infinita ve en un instante todas esas partes en que se haria la division.

Por esto se haría mal en no apreciar lo que es muy bueno, sólo porque no llega al apogeo ó ideal de la perfección, en vista de que esto sólo lo hallamos, en realidad, en la vida de los entes privilegiados que han merecido el dictado de Santos, y ficticiamente, en las creaciones de los poetas, que hacen bien en presentarlo para enaltecer á la humanidad, pero que harían mal si lo presentasen para desprestigiar y deprimir á aquello que no se eleva á tanto.

Las pocas joyas que me quedan tal vez sean algún día para usted... Yo estoy perdida; no tengo más remedio que esconderme, entrar en un convento, huir, o qué yo... Si pudiera entrar en un convento, sería lo mejor... Y si Dios me quisiera llevar, ¡qué servicio me haría!... Pero no lo que me digo... Se pasmará usted de verme tan aturdida, tan trastornada, que no parezco la misma... ¡Cuándo usted sepa...! Es que llueven sobre las calamidades, como si el Señor quisiera probarme.

Sumando las horas transcurridas desde el comienzo de la empresa de Pepazos hasta entonces; midiendo el andar que llevaría monte arriba, y deduciendo de ello los ziszás que haría, probablemente, en sus varias intentonas de «ataje» por las laderas, salía la cuenta justa: si Pepazos no estaba en el invernal de «Peñarroja», estaba en la «Cuevona» del «Pedregalón de Escajeras», o se le había zampado el lobo, lo cual no era verosímil habiendo cerca del mozallón bestias de tan sabrosa carne como las que él iba persiguiendo.

¡Ella! ¿sabéis lo que ella haría conmigo? si os ama como yo creo, como indudablemente os ama, me mataría... Como vos la mataríais á ella... Yo... yo... ¡Dios mío! yo no... no... porque sería mataros á vos... , mataros... estáis loco por ella... y yo no quiero mataros... no... de ningún modo... no quiero que sufráis... Nos encontramos en una situación muy difícil... muy grave.

Además, ella no pedía ninguna catástrofe, ningún duelo a muerte; contentábase con un poco de ruido, un duelo de mojiganga como tantos otros: cruzar un par de tiros e irse después a almorzar en Fornos... Ella se encargaba del almuerzo y haría poner, desde luego, écrevisses

Lacante continuó: Mi casa no está hecha para criar palomas... Mis costumbres... mis amigos... las conversaciones... yo mismo... No me hago ilusiones; no tengo nada de lo que haría falta. ¿Qué va usted a decidir? No tengo dónde elegir, amigo mío; voy a meterla en un convento. ¡En un convento!... ¡

Así iba agrandando sus propiedades, y siempre risueño, las gafas sobre la frente y el estómago cada vez más voluminoso, se le veía entre sus víctimas, tuteándolas con fraternal cariño, dándolas palmaditas en la espalda cuando llegaban con nuevas peticiones y jurando que le haría morir en la calle como un perro aquella manía de hacer favores.

Palabra del Dia

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