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Cuando algún hombre halagaba su oído con ternezas o la pedía esperanzas, ella, involuntariamente, se acordaba de tantas infelices mal casadas y parejas desavenidas, de los hogares que parecían fondas, donde marido y mujer acusaban indiferencia, desvío, cuando no repugnancia. El amor propio no la dejó renegar de su hermosura; pero su instinto la señaló un peligro en su riqueza.

Sonreía como siempre, le halagaba con la misma adoración que si fuese un ídolo, se mostraba juguetona y alegre, pero en los momentos de calma, cuando creía no ser observada, sorprendía Rafael en su boca una contracción de amargura, veía pasar por sus ojos obscuros relámpagos, como reflejo de penosos pensamientos. Una noche le habló con regocijo de lo que la gente decía de ellos.

Verdad era que la idea de ser objeto de los ensueños que confesaba la Regenta, le halagaba; esto no podía negarlo, ¿cómo engañarse a mismo? ¡Si apenas podía mantenerse sentado sobre la tabla dura!

Los encuentra junto a Alcira ocultos en la orilla del río; con un revés de su espada, corta el cuello a las dos hermanas y San Bernardo es crucificado y le taladran la frente con un clavo enorme. Así pereció el santo patrón, adorado con fervor por los pequeños; el príncipe hermoso, convertido en vagabundo y pordiosero, sacrificio que halagaba a los más pobres de sus devotos.

Es el mismo diablo esa chica... Más artera que ella no la hay en toda la ría... ¡Mira que para atrapar a un pez tan largo como , que ha corrido las siete partidas, ya se habrá dado maña la indina! Tomás halagaba de este modo la vanidad de su hermano, quien reía beatíficamente, a pesar de saber a qué atenerse en cuanto a sus dotes de seductor.

Aquel anciano, grave y regular en sus actos, no iba a comprometer en un ápice su dignidad, mostrándose henchido de orgullo ante la idea de una unión entre su familia y la del squire. Le halagaba todo honor tributado a su familia; sin embargo, era preciso que viera un cambio bajo todos respectos antes de acordar su consentimiento.

Pero la verdad es que le halagaba no poco la consideración de que, si bien se corrían riesgos al tomar un papel tan barato y de tan pingües rendimientos, en cambio, si llegaba a mantenerse firme, se hacía el negocio más bonito que pudiera imaginarse. Y como tanto le empujaba el estímulo como le detenía el temor, faltábale energía para adoptar una resolución terminante.

Cada uno de ellos era capaz de tomar el mando, y en momentos difíciles, obrando por cuenta propia, remediaba las faltas de su caudillo y obtenía la victoria. Su orgullo estaba acostumbrado al respeto y al miedo del capitán. Cuando éste no podía ahorcarlo, lo halagaba cortesanamente.

Por último, llamaba al Ser Supremo en su auxilio y le rogaba se dignase bendecir «su pobre chozaMiguel, en vez de enternecerse como debía, se rió mucho leyéndola: mas al instante quedó triste y cabizbajo al recordar que debía abandonar a Pasajes dentro de pocos días. La verdad era que lo estaba pasando bien y que no le halagaba nada tornar de nuevo a la bulliciosa vida de la corte.

Le halagaba esta popularidad devota; quería que todos supiesen en el barrio su asistencia a la procesión, y al mismo tiempo temía que la noticia se esparciese por la ciudad. Creía en la Virgen y deseaba ponerse bien con ella, para los peligros futuros, con devoto egoísmo; pero temblaba pensando en las burlas de los amigos que se reunían en los cafés y sociedades de la calle de las Sierpes.