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Suspiró, y cerrando los puños se hincaba las uñas en las palmas. ¡Oh, Ricardo! exclamó ella acentuando aquel inusitado tono de queja. Experimentó Muñoz un halago indecible. Sólo una vez, en otro tiempo, le había llamado por su nombre.

Toledo había vuelto, y el príncipe, que deseaba agradar á Novoa, le habló de las exploraciones oceanográficas, mostrando una viva curiosidad por ellas, mientras su pensamiento estaba lejos. Pero este halago resultó inútil. El profesor vacilaba al responder á las preguntas. Tenía prisa; le esperaban... Sin duda, Valeria necesitaba conocer pronto el resultado de su mensaje.

Llevóme á una casa inmediata, hizo que me metieran en la cama, y me dieran de comer, me sirvió, me consoló, me halagó, me dixo que no habia visto en su vida criatura mas hermosa, ni habia nunca sentido mas que le faltara lo que nadie podia suplir.

Paresce cosa de rehenes del tiempo de aquellos reyes moros; paresce que valgo algo, y no valgo nadaSin desesperar por esto, acudió á los resortes ejercitados del halago, del ruego y de la amenaza, tocándolos á la vez en España y Francia.

El premio de aquellos certámenes florales consistía en un abrazo cariñoso de la infeliz anciana, la cual apenas podía alargar la mano para acariciar al vencedor. Pero siempre había para la joven una frase tierna, un halago de aquellos labios trémulos, a las veces contraídos por una sonrisa de dolor.

Y cuando, después de seguirla a ella y su tía, supo que era Carmen, la compañera de su infancia, sintiose admirado y confuso por la maravillosa transformación de la negra lagartija de otros tiempos. Fueron novios, y todos los vecinos hablaron de estas relaciones, viendo en ellas un nuevo halago para el barrio.

Al volver, su mujer estaba sentada en la cama. ¡Es decir, que temes que te la robe! ¡Qué soy una ladrona! No mires así... Has sido imprudente, nada más. ¡Ah! ¡Y a ti te lo confían! ¡A ti, a ti! ¡Y cuando tu mujer te pide un poco de halago, y quiere... me llamas ladrona a ! ¡Infame! Se durmió al fin. Pero Kassim no durmió.

Al fin no pudo substraerse a la continua preocupación que le producía aquel intercambio de manifestaciones cada vez más llenas de halago y de dulzura, aquella penumbra sentimental que le envolvía, le acariciaba y le acompañaba a todas partes, despertando en su ser un verdadero deseo de adoración para aquella muchacha extraordinariamente linda, cuyo amor en ciertos momentos le parecía un raro sueño.

Y triunfarán de los verdugos fieros de cien persecuciones al estrago, de las garras de tigres carniceros, de falaces serpientes al halago; y aunque derramen, embotando aceros, para ahogar la verdad, de sangre un lago, que si la Cruz al lago es arrojada, sobre el lago de sangre sobrenada. Y vencieron.

Halagó mi amor propio declarando que ella habría deseado que yo hubiera sido nombrado su secretario, a lo cual le contesté agradeciendo su cumplido, pero afirmando que semejante cosa no hubiese sido nunca posible. ¿Por qué? me interrogó. Porque usted me ha dicho que el tal Dawson viene aquí a ocupar ese puesto por derecho propio.