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Actualizado: 24 de julio de 2025
Numancia está en un lago convertida De roxa sangre y de mil cuerpos llena, De quien fue su rigor propio homicida: De la pesada y sin igual cadena Dura de esclavitud se han escapado Con presta audacia de temor agena. En medio de la plaza levantado Está un ardiente fuego temeroso, De sus cuerpos y haciendas sustentado.
Mis amigos conocen ya, por lo que de él se me antojó referirles, á D. Francisco Torquemada, á quien algunos historiadores inéditos de estos tiempos llaman Torquemada el Peor. ¡Ay de mis buenos lectores si conocen al implacable fogonero de vidas y haciendas por tratos de otra clase, no tan sin malicia, no tan desinteresados como estas inocentes relaciones entre narrador y lector!
Por eso determinaron publicar un perdon para los autores de estos delitos, en tanto que los míseros judíos amedrentados con el popular tumulto, i temerosos de las iras de la plebe, no se determinaban á salir á las calles, i ya pensaban en cristianarse para salvar las vidas i haciendas del odio i de la ambicion del pueblo.
Así siguieron contemplando el estado del campo y el de las haciendas, gordas «a rajarlas con la uña». ¿Qué año excepcional, eh? Así es, don Melchor, para las siembras y la hacienda. A eso me refiero. Yo también... ¿Por qué me lo dice en ese tono? Vea, don Melchor... yo quería hablar con usted... si me permite... ¿sabe?... porque no querría faltarle... ¿me comprende?...
El Gobierno español, con paternal cuidado y amoroso desvelo, debe evitar cuanto sea posible los crueles sacrificios de vidas y de haciendas á que una guerra desigual nos obligue; pero llegados ya al último límite, nos conviene entender que es consejo y no precepto evangélico aquello de que: si te piden la capa da también la túnica.
Las misiones de la provincia han sido fundadas sobre los pocos puntos que están al abrigo de las inundaciones; es en ellas donde se han establecido las haciendas para la cria de ganados y para las labranzas.
No vino en esto el P. Lucas, y les mandó, mal de su grado, que restituyesen luego las haciendas á sus dueños; y no hubo ninguno, aun de los más atrevidos, que osase contradecirle, porque la reverencia que le habían cobrado, por el severo castigo con que Dios había vengado las injurias que algunos le hicieron en los años pasados, les quitó el atrevimiento para resistirse.
¡Vamos, no diga usted eso, Vice-Rector! contestaba el canónigo Irene empujando la silla en que aquel se sentaba; en Hong Kong hacen ustedes negocio redondo y construyen cada finca que... ¡vaya! ¡Tate, tate! contestaba; ustedes no ven nuestros gastos, y los inquilinos de nuestras haciendas empiezan á discutir...
Después que las paces y parentesco desterraron la guerra, por mantenerla daban los pueblos de Sicilia con mucha liberalidad sus haciendas á los soldados, que los defendian y amparaban contra Cárlos á quien temian; pero despues que con la paz se les quitó este miedo, comenzaron á sentir la mala vecindad de los soldados, y á desavenirse con ellos; disgustos que forzosamente habian de causar daños gravísimos, si la nueva expedicion no les atajara.
Por la Junta superior de propios y arbitrios de Buenos Aires, o por quien la Superioridad tuviese por conveniente, pudieran nombrarse en aquella ciudad tres o cuatro sujetos de calidad, y con las fianzas convenientes, para apoderados de los pueblos, habilitándolos para que pudiesen recibir encomiendas de ellos; y que a éstos y no a otros dirigieran los factores las haciendas de sus respectivos manejos, pero dejándoles la libertad de elegir de estos apoderados aquel que quisieren, y la de remover las encomiendas cuando lo considerasen útil a sus intereses, sin necesitar de pruebas, como tampoco las necesitarían los mismos apoderados para excusarse a recibir las encomiendas cuando no les acomodase el recibirlas, así como se practica entre comerciantes.
Palabra del Dia
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