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24 Los cabezas de los levitas: Hasabías, Serebías, Jesúa hijo de Cadmiel, y sus hermanos delante de ellos, para alabar y para rendir gracias, conforme al estatuto de David varón de Dios, guardando su turno.

El señor pasó adelante; pero al salir de la plazoleta se detuvo junto a uno de los primeros árboles y acabó por sentarse en sus raíces salientes, guardando la escopeta entre las piernas. Un orgullo de viril soberbia invadía el alma de Febrer. Estaba satisfecho de su arrogancia.

En sus manos largas, algo grandes para sus brazos delicados, había mucho de Sánchez Morueta. Era la primera evolución de la estirpe hacia el afinamiento de la ociosidad y el bienestar, guardando aún los signos de su origen.

no me sirves... con tus guasitas de mal gusto. ¡Ni qué tendrá que ver...! ¡Pues no ha de tener que ver! dijo Moreno Rubio poniéndose serio y guardando su instrumento . No qué te figuras . ¿Quieres romper de un golpe la armonía del mundo espiritual con el mundo físico? Ya lo sabes; te lo he dicho mil veces. No necesito auscultarle más.

Vorágine para unos, onda benéfica para otros, la Bolsa océano del crédito y la especulación tiene la pérfida movilidad del mar, guardando en su seno inescrutable la vida como la muerte. Dios libre á los pueblos colombianos de esa institución, á pesar de los grandes servicios que puede prestar!

Francisco Montiño leyó tres veces la carta cada vez más reflexivo, se encogió al fin de hombros, y dijo, guardando cuidadosamente la carta: ¿Qué habrá aquí encerrado?

Para obligarle á detenerse, su cañón le envió dos proyectiles, que cayeron en el agua. El vapor moderó su marcha, pero fué para colocarse en mejor posición y que maniobrase con desahogo su pieza de popa. A los primeros tiros el submarino empezó á retroceder, guardando una prudente distancia, sorprendido de que contestasen á su agresión.

Juan González le será siempre agradecido. ¿Quisiera usted darme, Padre Ministro, una carta o papel de recomendación? El Padre Hurtado tomó una cuartilla, la partió cuidadosamente en dos, guardando una mitad para uso futuro, y trazó en el papel breves renglones. La metió dentro de un sobre, lo cerró y dirigió, y lo entregó a Juan González.

Cogiéronlos los escuderos en medio, guardando vencidos y vencedores gran silencio, esperando a que el gran Roque Guinart hablase, el cual preguntó a los caballeros que quién eran y adónde iban, y qué dinero llevaban.

Aunque Dechard tenía serenidad y valor, carecía del ímpetu y la osadía increíble de Henzar. También contaba yo con que, siendo Dechard el único entre ellos verdaderamente adicto al Duque, dejase solo a Bersonín guardando al Rey y se precipitase hacia el puente para tomar parte en la lucha al lado opuesto. Tal era mi plan, verdaderamente desesperado.