Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !


Lo primero que pensó fué en la urgencia de buscar á Celinda para libertarla, sin considerar la enorme desproporción de fuerzas entre él y aquellos bandidos. Disponía de un auxiliar, el pequeño Cachafaz, conocedor del sitio donde guardaban oculta á la joven. Esto era lo importante. Recobrarla á mano armada corría de su cuenta.

Aunque en casa de Quiñones se guardaban de hablarse con intimidad, a la celosa valenciana no se le ocultaba lo que entre ellos existía. Sus ojos traspasaban como dos rayos de luz el cerebro de su amante y leían con claridad dentro de él. Luis estaba enamorado de su antigua novia. Las relaciones adúlteras le pesaban en el alma como una losa de piedra.

Y así los que esto miraban, como los que abrían la sepultura, y todos los demás que allí había, guardaban un maravilloso silencio, hasta que uno de los que al muerto trujeron dijo a otro: -Mirá bien, Ambrosio, si es éste el lugar que Grisóstomo dijo, ya que queréis que tan puntualmente se cumpla lo que dejó mandado en su testamento.

11 Y nos respondieron diciendo así: Nosotros somos siervos del Dios del cielo y de la tierra, y reedificamos la Casa que ha sido edificada hace muchos años, la cual edificó y fundó el gran rey de Israel. 1 Entonces el rey Darío dio mandamiento, y buscaron en la casa de los libros, donde guardaban los tesoros allí en Babilonia.

Empezaron el ataque por los 25 hombres de á acaballo que guardaban el paso que cubria la retaguardia, y era entrada del puesto donde estaba el ganado y la mulada de que intentaron desde luego apoderarse, reforzando los ataques y los esfuerzos: de modo, que fué preciso tambien doblar la resistencia, reforzando aquel puesto con otros 25 hombres.

A la puerta del santuario, en el atrio y también a la puerta del convento, guardaban los caballos de los reyes y de su séquito, custodiados por pajes y lacayos y por buen golpe de lanceros de la guardia del Rey.

El público había olvidado a Mina completamente. Su nombre no era más que un vago recuerdo para los entusiastas que guardaban memoria de los intérpretes wagnerianos. Las glorias escénicas mueren pronto... Hace poco he encontrado mi nombre en una revista. Hablaba de como de una joven de grandes esperanzas que se perdió prematuramente.

Allí no había secretarios, ni plumas, ni días de angustia esperando la sentencia, ni guardias terroríficos, ni nada más que palabras. Los jueces guardaban las declaraciones de los testigos en su memoria y sentenciaban inmediatamente, con la tranquilidad del que sabe que sus decisiones han de ser cumplidas.

Apenas se advertía la espesa red de su jarcia. Los cascos aparecían como una masa negra informe. Los recién llegados no vieron un grupo mucho mayor de gente que se apiñaba en la punta misma del malecón hasta que dieron sobre él. Todos guardaban silencio con los ojos puestos en el mar, esforzándose por advertir entre las tinieblas las maniobras del buque.

Alguna vez, cuando la enferma pedía algo, los dos se levantaban presurosos a dárselo; mas al coger un frasco, si sus manos se tocaban, Marta retiraba la suya velozmente, como si hubiese tropezado con una víbora, y dejaba hacer a su amigo. Ambos guardaban silencio. Marta, olvidada de misma, no pensaba más que en su madre. Ricardo, más egoísta, pensaba en María.