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Actualizado: 21 de mayo de 2025
La gruta era inexpugnable, á no ser por sorpresa. Los enemigos tenían que conformarse con vigilarla de lejos, pero cuando no oían salir de ella ningún rumor, cuando se arriesgaban á encaramarse hasta allí para contar los cadáveres, encontraban las galerías subterráneas completamente vacías. Los habitantes se habían escurrido de caverna en caverna hasta otra salida secreta oculta entre malezas.
Cierta mañana escuchó una voz de mujer a pocos pasos de la gruta: Cantan de Oliveros e cantan de Roldán e non de Zurraquín, cá fue gran barragán. Cantan de Roldán o canta de Olivero e non de Zurraquín, cá fue gran caballero. Era un doble estribillo que Medrano, el escudero, no se cansaba de repetir. Pareciole la voz de Casilda. ¿No sería algún engaño de los sentidos?
Como los turcos vieron que no podían nada con las galeras en cuatro veces que habían probado de combatirlas, tornaron de nuevo á trabajar en la trinchea que solían, hasta llegar á la gruta para quitárnosla, creyéndose que con ella nos entreteníamos, sin tener otra agua para beber.
Los peñascos horadados abren paso á diversas grutas ó cuevas en no pocos sitios del cerro, á cuyo pie, más bajo aún que el nivel del camino, están como socavadas las piedras, formando una gruta mayor y de más grande entrada que las otras. En el fondo de esta gruta, que se ve todo sin penetrar allí, brota de una grieta, sin hipérbole alguna, un verdadero río.
Según nos refieren los cuentos maravillosos, era fácil en otro tiempo ir á recoger tales riquezas á lo interior del monte; bastaba con tener algo de suerte ó contar con el favor de los dioses. Al dar un paso en falso se agarraba uno á un arbusto; el frágil tronco cedía, arrastrando consigo una piedra grande que cerraba una gruta desconocida hasta entonces.
Me interné más en los jardines, y me ví solo; no tenia más compañeros que las flores y el rumor indeciso de una leve brisa de verano, y me parecia que distaba de Paris muchas leguas. ¡Cuánto preferiria una gruta aquí al hotel de la calle Feydeau! ¡Cuánto más grata me seria esa casita que estoy viendo, cerca de la estátua del pintor Lessueur! Ahora me siento enfrente de la estátua.
Tal vez nuestros héroes hubieran caído en poder de alguna partida de bandoleros, de la cual hubieran escapado merced a la serenidad y valentía de D. Luis, albergándose luego durante la noche, sin que se pudiese evitar, y solitos los dos, en una caverna o gruta.
Otros se dejaban empujar tendidos en los carritos que habían servido muchas veces para conducir los enfermos piadosos desde la estación á la gruta de la Virgen. Algunos caminaban á ciegas, con los ojos vendados, junto á un niño ó una enfermera.
Apartémonos a un lado para tomar la vereda. ¡Ah!, la Trascava. Este césped resbaladizo va bajando hasta perderse en la gruta. El que cae en ella no puede volver a salir. Apartémonos, Nela; no me gusta este sitio. Tonto, de aquí a la entrada de la cueva hay mucho que andar. ¡Y qué bonita está hoy!
Desde hace algunos siglos álguien, muy tonto y desocupado, se entretuvo en cavar la gruta sobre el borde del abismo. Un solitario mas tenaz, piadosamente ocioso, ensanchó la obra y la completó, hácia fines del siglo XVIII, trabajando con solo un compañero por espacio de veinte años.
Palabra del Dia
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