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Actualizado: 28 de junio de 2025


El Carnaval que siguió al verano en que ocurrieron los sucesos de la Unión del Norte se distinguió por su animación y bullicio; hubo nada menos que cinco comparsas, todas extremadas y lucidas. Dos eran de mozas y mozos del país, vestidos con ricos trajes que traían prestados de las aldeas cercanas; otra, de grumetes; otra, de señoritos y señoras, y la última comparsa era una estudiantina.

Convalecidos éstos, empleó todos sus pensamientos y celo en la chusma de los grumetes del navío, tomando á su cargo el cuidado espiritual de ellos con las pláticas, exhortaciones, confesiones y todos los otros ejercicios conducentes al aprovechamiento de las almas, no dejando, entre tanto, obra ninguna, por vil y repugnante que fuese, que no la ejecutase en servicio de ellos, por ganarlos para Dios, y de mejor gana y más alegremente hacía aquellas que eran de mayor trabajo y desprecio.

Otro que ya está curado dijo el maestro Durand que estaba absorto pensando cómo remediar la falta de balas. ¡Municiones!... ¡municiones! gritaban muchas voces con un acento de terror. ¡Voto a tal! ¡aun cuando debiéramos cargar los cañones con grumetes, se hará fuego contra los ingleses! exclamó el maestro Durand subiendo rápidamente al puente.

Unas veces eran comisiones diplomáticas o personajes políticos que iban a gobernar repúblicas, y entonces parecía navegar con calmosa majestad, entrando solemnemente en los puertos embanderados, entre cañonazos y vítores. Las gentes se hablaban con frío comedimiento, mensurando las palabras, no atreviéndose a alzar la voz. Hasta los grumetes tenían un estiramiento protocolario.

Hecho por la mañana el zafarrancho, preparado ya todo lo concerniente al servicio de piezas y lo relativo a maniobras, que dijeron: «La arena, extender la arena». Marcial me tiró de la oreja, y llevándome a una escotilla, me hizo colocar en línea con algunos marinerillos de leva, grumetes y gente de poco más o menos.

Los estudiantes habían improvisado manteos con sayas negras, y tricornios de cartón con cuchara y tenedor de palo cruzados, completaban el avío; los grumetes tenían sencillos trajes de lienzo blanco y cuellos azules; en cuanto a la comparsa de señores, había en ella un poco de todo; guantes sucios, sombreros ajados, vestidos de baile ya marchitos, mucho abanico, y antifaces de terciopelo.

Los grumetes, que aqui y alli cruzaban, De encadenados versos parecian, Puesto que como libres trabajaban. Todas las obras muertas componian O versos sueltos, ó sextinas graves, Que la galera mas gallarda hacian. Enfin con modos blandos y süaves, Viendo Mercurio que yo visto havia El bagel, que es razon, letor, que alabes,

Como notase en D. Alonso iguales síntomas de recrudecimiento, se franqueó con él, y desde entonces pasaban gran parte del día y de la noche comunicándose, así las noticias recibidas como las propias sensaciones, refiriendo hechos pasados, haciendo conjeturas sobre los venideros y soñando despiertos, como dos grumetes que en íntima confidencia calculan el modo de llegar a almirantes.

Dolor, angustia, aprieto y agonia, Aguas y huracán, mar, torbellino, Las naves traen en torno condenadas, Al fondo y en la costa desrumbadas. Pilotos y maestres, marineros, Grumetes, pages, frailes y soldados, Mugeres y muchachos, pasageros, Andaban dando voces muy turbados.

Quitábase la caperuza el maestre antes de replicar: Salve digamos, que buen viaje hagamos. Salve diremos, que buen viaje haremos. Y todos los del buque, proeles, grumetes, lombarderos, soldados, hidalgos, damas, sirvientes y niños, entonaban la salve en la tarde moribunda, mientras el sol teñía de anaranjado las velas y el mar levantaba con sus choques la pesada cáscara del galeón.

Palabra del Dia

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