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Así, en Barcelona y Tarragona, en el Grao de Valencia y en Málaga, es el poder de la hidráulica el que ha logrado ofrecer algunas ventajas á la navegacion y el comercio, creando verdaderos puertos artificiales.

No llore más, hija mía... ¡Cristo del Grao! ¡llorar una señora tan guapa, que puede encontrar los novios á docenas!... Créame: busque á otro; el mundo está lleno de hombres sin ocupación... Y siempre que sufra un disgusto, acuda á mi cordial... Voy á darle la receta.

Para Caragòl no ofrecía dudas la suerte de todo submarino que les saliese al encuentro: el «chico de Vannes» iba á hacerlo añicos al primer disparo. Una tarjeta postal, obsequio del bretón, representando la tumba del santo, figuraba en el sitio de honor de la cocina. El viejo le rezaba como si fuese una estampa milagrosa, y el Cristo del Grao iba quedando en segundo término.

Ahora, el mismo presentimiento le avisaba una reconciliación de los dos hombres, cuyos bultos distinguía confusamente. ¡Bendito sea el Cristo del Grao!... Y al saber que el capitán se quedaba á bordo hasta la tarde, se lanzó á la confección de uno de sus arroces magistrales, para solemnizar la vuelta de la paz. Poco antes de la puesta del sol, Ulises se encontró con su amante en el hotel.

Necesitaba celebrar á su modo la prosperidad del buque. Y de esta prosperidad, lo más interesante para él era poder abusar del aceite y de la caña, sin miedo á recriminaciones en el momento de las cuentas. ¡Cristo del Grao, que durase siempre la guerra!... El tercer viaje de la América del Sur á Europa vino á terminarlo el Mare nostrum en Nápoles, donde desembarcó trigo y cueros.

Valencia, ciudad pintoresca y animada, con una poblacion laboriosa y trabajadora, con su industria de seda tan avanzada, puerto de mar concurrido, mucho comercio, caminos de hierro á Játiva y al Grao, dos teatros públicos, muchas iglesias notables bajo el aspecto del arte, la campiña mas deliciosa que imaginarse puede, toda cultivada admirablemente palmo á palmo, con museo, casinos, sus periódicos, sus hermosas mujeres, su delicioso clima, su azulado cielo, su animacion habitual, y su poblacion de ciento cinco mil habitantes.

El camino del Grao á Valencia es una espléndida calle, cuyo pavimento es la arena, cuyo cuadro es una primorosa campiña, y cuyos edificios son cuatro inmensas hileras do álamos y chopos gigantescos; de pompa secular, que enlazando sus ramas de un lado á otra forman una bóveda moviente de 5 á 6 kilómetros.

7 El nuncio falso de Portugal, de tres ingenios. 8 La dicha por el agravio, de D. Juan Bautista Diamante. 9 El dichoso bandolero, de D. Francisco de Cañizares. 10 El sitio de Betulia, de un ingenio de esta corte. 11 Darlo todo y no dar nada, burlesca, de D. Pedro Francisco Lanini y Sagredo. 12 Las barracas del Grao de Valencia, de tres ingenios. 1 Un bobo hace ciento, de D. Antonio Solís.

Su vida se fundía en un chorreo de azúcar líquido... Y todavía adivinaba Ferragut las desobediencias de los dos viejos á las disciplinas del régimen, sus ocultamientos infantiles, sus astucias para gustar á solas las frutas y los jarabes, encanto de su existencia. Fué corta la entrevista. El capitán debía volver al Grao, donde le esperaba su trasatlántico, pronto á zarpar para la América del Sur.

Podía igualmente ser consocio en una pareja de barcas dedicadas á la pesca del bòu. Le esperaba una vejez feliz y honrosa; sus antiguos compañeros de navegación iban á envidiarle. Se levantaría á media mañana, iría al café, figuraría como devoto rico en todas las fiestas religiosas del Grao y del Cabañal: tendría en las procesiones un puesto de honor...