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Actualizado: 24 de julio de 2025


No por la tardanza se cansaron las dos damas, quienes, como el resto de la concurrencia, permanecieron en sus asientos hasta entrada la noche, gozando de un espectáculo que hoy a pocos cautiva por ser muy común, pero que entonces se presentaba a la imaginación con los mayores atractivos.

Gozando de más libertad que en Madrid, con gozar aquí mucha, tan pronto se le veía con una dama del brazo como con otra, creyendo a puño cerrado que la Naturaleza sólo es bella por su rica variedad.

Conocía Cervantes que a poco que él hiciese, doña Guiomar no llamaría a su doncella; antes bien dejaría con mucha voluntad venir el día, entretenida con él en blanda y amorosa plática; no lo hizo, empero, porque para primera vista ya había alcanzado más favores que los que él se había atrevido a desear; que tal era la grandeza del enamoramiento en que por aquella hermosísima señora suya se encontraba, que a sueño y fingimiento de su deseo tenía el encontrarse a solas con ella y a sus pies, y asiéndola las manos, y gozando de la luz de sus ojos, que no encubrían el contento del alma, y encantado con la dulzura de su voz, que de ángel, más que de mujer le parecía.

Para lo único que le quedaba un poco de conciencia, fuera de lo presente, era para comparar las delicias que estaba gozando con las que había encontrado en la meditación religiosa.

Cuanto á Tristán de Horla, se casó con una linda muchacha de Dunán y allí se estableció definitivamente, gozando del prestigio que le daban sus proezas y los cinco mil ducados tan briosamente ganados allá en tierra de España.

Quedó bien compensado de los alfilerazos que de ella había recibido al principio de la entrevista, gozando de toda la dicha que una mujer hermosa y enamorada puede proporcionar cuando la soledad y la ocasión convidan. La noche había cerrado ya, tiempo hacía.

Paz es la que tienen los españoles entre si, y la que tienen los indios entre nosotros, gozando cada uno de su libertad, y de lo que tiene, sin que ninguno se lo quite, ni quiera mandarle, ni tenerlo debajo. Esto llamamos paz, y esta la abrazarémos muy de corazon. Pero si no tratas de esta paz, y quieres la que los españoles llaman paz, no verás que la admitamos mientras el sol gire por el cielo."

Parece que ha modificado, elevado, purificado mis instintos... todo mi ser... que me hubiese enseñado... ¿cómo lo diré? el origen divino de las cosas, enseñándome a ver, a comprender el lado bueno de todo lo que he dicho... de cuanto veo y cuanto siento... Así es que, gozando como nadie en el mundo, mis alegrías son celestiales... Placeres de los ángeles.

A paso lento, gozando el placer del que ha terminado una tarea difícil, atravesó los salones dirigiendo sus ojos risueños a todas partes, dejando fluir de sus labios palabritas amables a los amigos con quien tropezaba. Aquel baile espléndido, quizá el más suntuoso que hubiese dado jamás un particular en España, era obra suya casi exclusivamente.

Bettina estaba allí, plantada ante él, con la caja de cigarros en las dos manos, y los ojos fijos con toda franqueza en el rostro de Juan; gozando del placer muy real y muy vivo que puede traducirse por estas palabras: Me parece que estoy mirando a un buen muchacho. Ahora sentémonos aquí dijo madama Scott, ante esta preciosa noche... tomad vuestro café... fumad. Y no hablemos, Zuzie, no hablemos.

Palabra del Dia

buque

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