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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Los polizontes que guardaban la puerta le dejaron pasar, según la consigna, mirándole con esa especie de receloso respeto que a las gentes bajas de un partido causan siempre los pájaros gordos del partido contrario.

Atiende, María, mira que pedazo grande te has olvidado debajo de aquella silla. ¡Anda, anda! que si yo no hubiera reparado, ¡qué cataclismo! ¿verdad ? Vamos, Antonio, déjate de guasa y hazme el favor de recoger esos cristalillos que están á tu vera. Desprécialos, mujer: ya te llevas en el delantal los trabajos gordos... ¡Qué importa por esos disgustillos!

Esta visita teníala por infalible, pues la santa era muy amiga de echar réspices y de enderezar a las que cometían pecados gordos. Tan segura estaba de verla, que siempre que sonaba la campanilla creía que era ella, y se preparaba a recibirla, arreglando la cama y poniéndose con la mayor decencia posible, trémula de emoción y esperanza. iii

Pero en cuanto te cases entras a manejar su fortuna y no tienes necesidad de aguardar los años que a ella se le antoje vivir. A ti lo que te hace falta como a es guita. Desengáñate; si la tuviéramos nos pondríamos más gordos que Cobo Ramírez.... Además, en cuanto seas rico, le birlas la Amparo a Salabert, ¿no comprendes?

Hasta fray Anselmo las aprovechó, a pesar de haber anunciado que prefería una tarima y aun el duro suelo... ¡Estaban todos tan cansados! Pocos servidores tenía Pablo: un intendente general, un ayuda de cámara y un cocinero, tres viejos catarrosos, más gordos y reservados que canónigos, los cuales a su vez manejaban tres o cuatro galopines para los barridos y fregados.

En todas partes existen pecadores necesitados de consejo dijo el señor Vicente . Cada uno escoge su campo según sus fuerzas. Los teólogos, los sacerdotes sabios, los pájaros gordos de la Iglesia, ya se encargan de la gente alta; yo soy un pobre pardillo de Dios que canto como puedo, y voy a los humildes, a los únicos que pueden entenderme.

A donde quiera que mira una, no ve más que pecados, y pecados cada vez más gordos, porque la humanidad parece que se vuelve de día en día más descarada y menos temerosa de Dios... ¡Quién había de decir que esa muchacha, esa Aurorita, que parecía tan buena, tan lista...! No, como lista, ya lo es; aunque la otra lo ha sido más... ¿Y qué dice Bárbara?, estaba encantada con ella, y todos los días iba al obrador a verla trabajar... Pero cállate, que aquí viene tu señora suegra...

La casa estaba en una de las muchas rinconadas de la antigua calle de San Antón. En el portal había una relojería entre cristales, quedando tan poco espacio para la entrada, que los gordos tenían que pasar de medio lado; en el piso bajo y tienda una bollería que inundaba la casa de emanaciones de canela y azúcar.

Se me han colado en el despacho los cuatro peces más gordos que tiene Madrid ... ¡cuatro tiburones!... ¿Cómo va de ese reuma, Urreta? Me parece que usted también necesita una buena carena como yo.... Y , Manuel, ¿cuándo piensas reventar?... Ya ves que a tu sobrino le corre mucha prisa.

Hable, padre, y será servido a pedir de boca. Pues bien, ilustrísimo señor. Ruégole que no vuelva a tomarse el trabajo de vestirme. Allá por la primera mitad del anterior siglo no se hablaba en Lima sino del alma de un padre mercedario que vino del otro mundo, no si en coche, navío o pedibus andando, con el expreso destino de dar un susto de los gordos a un comerciante de esta tierra.

Palabra del Dia

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