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Fue a parar a donde van todos los pícaros gordos que huyen de la justicia de su patria: a los Estados Unidos; y allí murió dos años después, de un torozón que le evitó ser linchado, y cuando comenzaba a recoger el fruto de una empresa que había fundado en compañía de otros dos estafadores a la alta escuela. ¿De manera que también Nica Montálvez está viuda? También viuda y también muy guapa.

Vestía hábito de estameña negra ceñido a la cintura por un cordón del cual pendía un gran crucifijo de bronce. En la cabeza, a más de la toca, traía una gran papalina blanca almidonada. Los zapatos eran gordos y toscos; pero no podían disfrazar por completo la gracia de un pie meridional.

La hembra destinada a llevar el nombre esclarecido de Moscoso y a perpetuarlo legítimamente había de ser limpia como un espejo.... Y don Pedro figuraba entre los que no juzgan limpia ya a la que tuvo amorosos tratos, aún en la más honesta y lícita forma, con otro que con su marido. Aún las ojeadas en calles y paseos eran pecados gordos.

Pero el otro no callaba; volvió a la carga sobre aquello de los pájaros gordos, que parecían repletos y sin embargo iban a pedirle un poco de alpiste, bajo secreto de confesión... Jacinto no chistó. O no hay nada, o no sabe nada se dijo don Raimundo. Entretanto, en el escritorio, Quilito se aburría.

Isidro Maltrana sabía que los tales «hombres» eran los redactores del periódico en que él trabajaba, los que tejían el artículo de fondo y la información política, los «pájaros gordos», como los designaba por antonomasia el empleado, viendo en ellos a los depositarios del secreto nacional, a los únicos profetas del porvenir.

Esto se hizo por falta de bueyes y de caballos que llevasen los trastes en carros; porque en estos dias, moviéndose, como es costumbre, una disencion entre los indios, no porque sospecha, originada de que se hubiesen dado caballos á un paisano, llamado Tary, que se habia pasado á los enemigos, que aquel los tenia bastantemente gordos, viniendo los demas españoles en flacos y exaustos, como los soldados de los otros pueblos, quitaron á los pobrecitos Miguelistas casi todos los caballos y bueyes.

La otra sólo tenía una fanega y cinco celemines; pero como allá en lo antiguo había estado el cementerio en aquel sitio, la tierra era muy generosa y producía los garbanzos más mantecosos y más gordos y tiernos que se comían en toda la provincia, y en cuya comparación eran balines los celebrados garbanzos de Alfarnate.

Los bufones eran entonces algo como los periódicos, y los reyes no los tenían sólo en sus palacios para que los hicieran reír, sino para que averiguasen lo que sucedía, y les dijesen a los caballeros las verdades, que los bufones decían como en chiste, a los caballeros y a los mismos reyes. Los bufones eran casi siempre hombres muy feos, o flacos, o gordos, o jorobados.

Los dos partidos se comprendieron y empezó la batalla: en la misa siguiente todos los mestizos, hasta los más flacos, tenían panza y separaban mucho las piernas como si estuviesen á caballo: todos los naturales ponían una pierna sobre otra aun los más gordos y hubo cabeza de barangay que dió una voltereta.

Aquí no hay un alma que me dirija la palabra y me los buenos días. Luego todo está carísimo; se come oro: o es menester ponerse a dieta, o gastar en comer cuanto dinero hay. Dentro de poco empezarán los zorzales, y en nuestra tierra llegan a ponerse hasta a cinco cuartos el par. tu a comerte aquí dos zorzales tan gordos como aquéllos.