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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Además Dios era misericordioso, hacía la vista gorda. Y por supuesto, quería don Frutos ir a ese mundo mejor con el recuerdo de la mala vida pasada, porque si no, ¡vaya una gracia! ¿Para qué querrá don Frutos acordarse de lo bruto que ha sido sobre la haz de la tierra? preguntaba Foja al oído de Orgaz hijo.

Pchs... un poco, pero no debe de ser tan gorda como ésta. ¿Que no? Anda, anda, pues se conoce que V. no la ha reparado bien.

«Les esperé para verles salir. Calle tal, número tantos. Me escondí en un portal. ¡Oh!, la suerte de ellos fue que no llevaba revólver...». ¡Matar!... ¿Lección a ella? ¿Y la tuya? ¿La mía, la mía? Ya la tengo, majadero. ¿Todavía quieres más lección? A esa traicionera que se la voy a dar, y gorda. Irás a presidio si matas. Pues iré contenta. ¿Y tu hijito?

¡Caramelos! ¿Acabarás hoy? ¡Qué tormenta se prepara, María Santísima! ¡Qué viento... qué viento! Atiéndame, que esto no lo dicen ellos, sino Barbacana. Que esa persona de la casa Primitivo, vamos nos va a hacer una perrería gorda en la elección. ¿Eeeh? ¿ seque chocheas? Para, mula, a ver si oigo mejor. ¿Que Primitivo...?

Las señoras se alegran de ello porque dicen que así estoy menos ordinaria, pero ustedes no se alegrarían porque siempre deseaban verme gorda...»

La vaca iba gorda, la vaca es lechera, ¡horror de lechera!; la vaca viene hecha un telar, y la vaca no está seca, porque á la vaca acabo yo de ordeñarla en el prao. Yo soy claro como el agua, y no tengo algún aquel en decir que aquí se han corrío voces de que en Mercadal se ha vendío este verano mucha manteca de la cabaña nuestra.

Volviendo al juego, si algún gobernador enérgico había amenazado a los socios del Casino con darles un susto, los jugadores influyentes le habían pronosticado una cesantía. Lo ordinario siempre fue que hiciese la vista gorda, y no faltaron a veces subvenciones en la forma más decorosa posible, como decían las partes contratantes. Los jugadores vetustenses tenían una virtud: no trasnochaban.

Y recordando a tres segadores andaluces muertos de asfixia, según había leído en uno de sus papeles, intentaba en vano mirar de frente al sol y le amenazaba con el puño cerrado. ¡Asesino!... ¡Reaccionario!... ¡Lástima que no estés más abajo el día de la gorda! Cuando llegó al depósito de mercancías, detúvose un momento a descansar.

Yo no cómo Dios ha podido privar a un ser humano de admirar una res gorda, un árbol cuajado de peras, un prado verde, y de ver apilados los frutos de la tierra y de repartir su jornal a los trabajadores y de leer en el cielo el tiempo que ha de venir. Para él no existe más vida que una cavilación febril.

Pues ahí está el caso respondió el amable capitán de la guardia africana ; es un gorgojo el tal Ben-Farding, que no llega a tres palmos, y, salvo su cabeza, que es gorda como la Al-cuba de la mezquita, y sus pies, que son como dos luengas y anchas hojas de plátano, por lo demás se creería que su gravedad no llegase a veinte adarmes.

Palabra del Dia

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