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Actualizado: 18 de julio de 2025
Un pequeño mueble cubierto de polvo contenía los libros de colegio únicamente; volúmenes de estudio y de premio. Añádase a todo esto un viejo escritorio acribillado de manchas de tinta y de golpes de cortaplumas y un hermoso mapa-mundi datando de medio siglo en el cual estaban trazados a mano los más quiméricos itinerarios a través de todos los países de la tierra.
En otros momentos gemía y se mordía las uñas, conteniendo su furor... Catalina, como se diese cuenta, con su instinto de mujer, que el mono nunca se atrevía a atacarla, continuaba el amaestramiento impávida y decidida... En un momento en que, después de varias equivocaciones del discípulo y de los consiguientes golpes de la maestra, Cónsul se clavaba las garras en los muslos para desahogar su furia, entró el sirviente con un plato en las manos... No bien lo vio, abalanzose el enfurecido animal sobre él como dispuesto a matarlo... Un grito a tiempo de Catalina lo contuvo, y el criado pudo retirarse bien librado, a costa de unos pocos rasguños.
¿Y aquel joven deslumbrante, que en un encuentro, tal vez suscitado por él, muere entre los brazos de una mujer abnegada, que quiere defenderlo con su cuerpo contra los golpes de su matador implacable?... Y el matador, poco después, cae en una plaza pública, bajo las primeras balas de un motín insignificante....
Y como ya de una y otra parte se habia llegado á los golpes de alfanjes y espadas, en que los nuestros tenian tanta ventaja por las armas defensivas, luego se comenzó á inclinar la victoria por nuestra parte.
Su conversación y charla vacías le eran dolorosas. Ciertas palabras, cazadas al vuelo, resonaban en su corazón como golpes de martillo.
A sus oídos llegaban confusas y con resonancia metálica las palabras del sereno y de Barinaga; parecía que hablaban un idioma extraño. Repitió Pepe los golpes, y al cabo de dos minutos se abrió un balcón y una voz agria dijo desde arriba. ¡Ahí va la llave! El balcón se cerró con estrépito.
En el mismo instante dieron algunos golpes secos en una puertecita vecina al pabellón. ¿Quién es? dijo la señorita de Porhoet. Levanté los ojos y vi flotar una pluma negra por arriba del muro. Abra usted dijo alegremente desde afuera una voz de timbre grave y musical; abra, ¡que es la gracia de la Francia! ¡Cómo! ¿es usted monona? exclamó la anciana señorita. Corra pronto, primo.
Como esto no podía ser, se exasperaba, se ponía loca como una fiera hambrienta. ¡Calla! La niña no podía; dejaba escapar un gemido. ¡Calla! repetía, acompañando la orden de algunos golpes. Josefina trataba de callar, hacía esfuerzos desesperados por conseguirlo; pero la respiración ansiosa se escapaba a su pesar, produciendo un gemido. Más golpes. ¡Calla o te mato!
Don Bernardino, aturdido ya por los golpes, irritado, mortificado, fuera de sí de cólera, había desenganchado un pistolete de su cinturón y había hecho fuego.
Tenía miedo á su entusiasmo: podía sin darse cuenta liarse á golpes con aquel carlismo vergonzante que tanto le irritaba.
Palabra del Dia
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