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Actualizado: 19 de julio de 2025
Mataron al Capitán Golfín y algunos soldados; á Moroto, Sargento mayor del tercio de Nápoles, tomaron en prisión. Antes que la gente acabase de entrar en el fuerte era ya día claro, y yendo á ver si había entrado por algún caballero ó si estaría en su tienda Don Alvaro, llegó el Capitán Pedro Nicardo y dijo que lo dejaba en las galeras.
Ya me figuro que será una concavidad armoniosa, a la cual parece que podremos alcanzar con las manos, sin poder hacerlo realmente. Al decir esto, salieron; Golfín, respirando con placer y fuerza, como el que acaba de soltar un gran peso, exclamó mirando al cielo: Gracias a Dios que os vuelvo a ver, estrellitas del firmamento. Nunca me habéis parecido más lindas que en este instante.
Creyó oír la voz de Teodoro Golfín, la de Florentina y la de su padre. Después se durmió tranquilamente, siguiendo durante su sueño atormentado por las imágenes de todo lo que había visto y por los fantasmas de lo que él mismo se imaginaba.
Yo estaba contenta, y mi fealdad, mi pequeñez y mi facha ridícula no me importaban, porque él no podía verme, y allá en sus tinieblas me tenía por bonita.... Pero después.... Después... murmuró Golfín traspasado de compasión . Ya veo que yo tengo la culpa de todo. La culpa no... porque usted ha hecho una buena obra.
Al llegar a la casa de Aldeacorba Golfín sintió que su carga se hacía menos pesada. La Nela erguía su cuello, elevaba las manos con ademán de desesperación; pero callaba. Entró. Todo estaba en silencio. Una criada salió a recibirle, y a instancias de Teodoro condújole sin hacer ruido a la habitación de la señorita Florentina.
En efecto, Golfín vio que el ciego, tocando el suelo con su palo, se dirigía hacia una puertecilla estrecha, cuyo marco eran tres gruesas vigas. El perro entró primero olfateando la negra cavidad. Siguole el ciego con la impavidez de quien vive en perpetuas tinieblas. Teodoro fue detrás, no sin experimentar cierta repugnancia instintiva hacia la importuna excursión bajo la tierra.
Por las mañanas toda la familia bajaba al Manzanares, donde Isabelita y Alfonsín se bañaban. El papá había sacado nuevamente a luz su traje de mahón, y con esto, y el sombrero de paja parecía que acababa de venir de la Habana. Resguardados de la luz por espejuelos muy oscuros, sus ojos sanaban rápidamente, gracias al puntual cumplimiento del plan curativo que le había dejado Golfín.
Veces pensaba en irse a buscar una cueva entre los montes de los alrededores para imitar la santa vida de los anacoretas; veces en ir a reunirse con Gaspar de Avendaño, el golfín, que tan caballerosamente le ofreciera hacerle su segundo. Estaba resuelto a escoger uno ú otro camino; pero la vacilación era grande.
No puedo figurármelo a él sino como a un Teodoro Golfín, y a la Europa como a un gran ciego para quien la América y sus maravillas fueron la luz. Yo también he descubierto un Nuevo Mundo. Tú eres mi América, tú eres aquella primera isla hermosa donde puso su pie el navegante. Faltole ver el continente con sus inmensos bosques y ríos. A mí también me quedará por ver quizás lo más hermoso....
Golfín sin dejar de observarla, ni perder el más ligero síntoma facial que pudiera servir para conocer los sentimientos de la mujer niña, habló así: Tu amo me ha dicho que te quiere mucho. Cuando era ciego, lo mismo que después que tiene vista, no ha hecho más que preguntar por la Nela.
Palabra del Dia
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