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Actualizado: 5 de junio de 2025


De la vida de este bachiller, que resulta por lo expuesto uno de los más gloriosos ingenios de nuestra patria, poco se sabe hasta el día, si bien puede presumirse que no fue un comunero de su mismo nombre y apellido excluido de la amnistía que en 1522 dio el emperador Carlos V, sino otro Fernando de Rojas, que estudió jurisprudencia en Salamanca, que fue alcalde mayor de dicha ciudad y que se estableció al cabo y terminó sus días en Talavera de la Reina.

Débiles y todo le parecía hermoso el espectáculo que daban, y los nombres de los enemigos, que los periódicos no se descuidaban de llamar cobardes y traidores, le parecían gloriosos, sucumbían con gloria al pié de las ruinas de sus imperfectas fortificaciones, con más gloria aun que los antiguos héroes troyanos; aquellos insulares no habían robado ninguna Helena filipina.

La filoxera había matado muchas de las cepas que eran la gloria de la casa Dupont, pero el actual jefe había plantado en las vertientes desoladas por el parásito la vid americana, una innovación nunca vista en Jerez, y el famoso predio volvería a sus tiempos gloriosos sin miedo a nuevas invasiones.

Del otro Francia, tierra de gloriosos recuerdos, pero algo versátil; infinitamente simpática, apesar de sus graves defectos; país clásico de la ciencia y el arte, de la literatura y las heroicas hazañas, de la omnipotencia social que suprime al individuo. En Inglaterra dejaba la libertad sin la igualdad. En Francia iba á encontrar la igualdad sin la libertad....

Pero, más que estos gloriosos indumentos, rameados de oro, de azul, de rosa; más que sus pipas y su melena, sobre sus discursos y sus libros, yo prefiero las paellas a la valenciana de Barriobero. Porque este terrible revolucionario es un supremo artista en sus paellas, señores míos.

Y le volvió la espalda para aprovechar el tiempo, antes de que cambiase el vuelo de la suerte. El coronel había comido en el Café de París, rumiando mentalmente los párrafos del acta del encuentro. La consideración de que todos confiaban en su pericia le hacía ser muy exigente consigo mismo. Deseaba algo conciso y brillante que inspirase respeto á aquellos muchachos gloriosos.

El viento, muy frío, cristalizaba aún más la claridad de la mañana de oro, y los caballos, que sentían de frente el sol, casi horizontal todavía, entrecerraban los ojos al dichoso deslumbramiento. Seguían así, solos y gloriosos de libertad en el camino encendido de luz, hasta que al doblar una punta de monte, vieron a orillas del camino cierta extensión de un verde inusitado. ¿Pasto? Sin duda.

Cada cual en el mundo tiene su punto de vista especial; así, no es extraño que, miéntras un inválido erudito me explicaba con todo el entusiasmo posible lo mismo que cada día explica á todos los viajeros curiosos, considerando como semi-dioses á los personajes mas históricos, yo maldecia interiormente el genio destructor de esos gloriosos filibusteros á quienes las naciones llaman almirantes cuando les dan el encargo de ir á ensangrentar los mares con sus atroces combates, no contentos los gobiernos con ensangrentar la tierra.

Poe, Verlaine, Musset, Nerval, Darío son nombres venerandos de mi iconografía sentimental. Todos ellos fueron tristes y gloriosos borrachos. No comprendo bien la causa de que tan altos y armoniosos espíritus hayan caído en las simas de «ese demonio más terrible que todas las enfermedades».

En este momento deben de estar ya ocupados casi todos ellos. ¡Les ha suministrado la guerra de 1870 tantos héroes, tantos episodios gloriosos!

Palabra del Dia

consolándole

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