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Actualizado: 10 de julio de 2025
En suma, era tan temeroso y destructor el desencanto que Miguel de Zuheros imaginaba haber producido, que hasta los santos y los ángeles se iban volando y abandonaban nuestra tierra desengañada. Pero las cristalinas esferas se habían desbaratado y roto, no giraban ya en arrebatada consonancia y nadie podía oír su musical armonía en los arrobamientos del éxtasis.
Giraban los ventiladores, y sobre las negras filas de pechos femeninos mariposeaban los abanicos con incesante aleteo. Maltrana fijó su mirada entre las dos columnas de la plataforma, allí donde ordinariamente había una especie de mostrador encristalado lleno de tarjetas postales y «recuerdos de viaje» que vendía el mozo del salón encargado de la biblioteca.
Sobre el lomo verde del Océano giraban flores de espuma rematadas por una espiral que se perdía en la profundidad. Luego emprendió un paseo por la cubierta, y ante el grupo de señoras se llevó una mano a la gorra con saludo mudo, sin volver la vista. Rozó, al pasar, a Isidro, que hablaba de pie, y oyó una voz femenina que le interrumpía con interés: «¡No diga!... Eso es muy curioso.
Hacía frío y yo no estaba alegre. El lugar, la estación, la manifiesta pobreza que trascendía de todo lo que me rodeaba y la dificultad misma de ocupar aquel largo día lluvioso en un medio tan poco apropiado para ofrecer comodidades, me envolvían en un ambiente de hielo. Recuerdo que desde las ventanas se veían dos grandes molinos de viento que sobresalían sobre las tapias del jardín, cuyas aspas grises cruzadas de rayas oscuras giraban sin cesar delante de los ojos con una monotonía adormecedora en aquel movimiento. Agustín mismo se ocupó en una porción de cuidados domésticos y de detalles de casa, de donde colegí que su mujer no tenía sirvienta y que ella y su marido atendían a todas las necesidades del hogar.
Su imaginación voluble está comprobada en sus tradiciones, que atestiguan eran muy dados á las fantásticas leyendas, las cuales relataban en coro formando dos círculos, uno de hombres y otro de mujeres, que giraban en inverso sentido.
El zorro, colgado boca abajo, permanecía inmóvil, y nadie le tuviera por vivo á no ser por sus ojos abiertos que giraban lanzando miradas recelosas á los espectadores. La sonrisa de éstos le contrariaba visiblemente. Empezaban á sonar los chasquidos de la hierba y el fuego iba cundiendo poco á poco por lo más interno del montón, que lanzó una bocanada de humo espeso.
Pedro se había ido animando poco á poco. Sus grandes ojos negros giraban descompasados con fiera expresión. Su crespa cabellera erizábase como la crin de un corcel de guerra. La condesa le miraba con susto. ¡Qué atrocidad! exclamó. ¡Qué gustos tan bárbaros tenéis los hombres! Tiene usted razón, señorita; bien mirado, ¿habrá bestialidad mayor que la guerra?
Sólo necesitaba mover ciertos resortes de su alma, que el médico conocía perfectamente. ¿Quería estremecerle con un súbito temor? Como si obedeciese á la varilla de un mágico prodigioso, surgían mil visiones de formas diferentes, que giraban en torno del infeliz eclesiástico con los dedos apuntando á su pecho.
Entretanto, unos alzaban el bieldo perezosamente, otros, tiesos como postes sobre las tablas trilladoras, giraban de mala guisa acuciando con rabia a las mulas y a los bueyes, y apeándose a cada momento para hacerles sonar los lomos o las quijadas con sus garrotes.
Las madres luchaban contra el sueño; los jóvenes giraban mecánicamente, y el machacador no entreabría los ojos sino cuando había encajado un acorde fuera de su sitio... Mi hermana tenía un vaso de limonada sobre la falda y contemplaba las pepitas del limón... Era un cuadro lastimoso. De Yolanda, ni la menor huella. Volví a las mesas de juego y golpeé el hombro al viejo.
Palabra del Dia
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