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Actualizado: 24 de mayo de 2025
La corta avenida era un atajo cada vez más frecuentado, y todos los transeuntes lanzaban al pasar una mirada curiosa sobre la señora elegante y su compañero, sentados al amparo de un grupo de vegetación, con el aspecto encogido y falsamente natural de las personas que desean ocultarse y fingen al mismo tiempo una actitud despreocupada. ¡Qué fastidio! gimió Margarita . Nos van á sorprender.
Vió una Popito llorosa y humilde, que en nada hacía recordar al doctor juvenil y seguro de sí mismo conocido días antes. ¡Gentleman gimió , van á matar á Ra-Ra! Y fué contando rápidamente todo lo que había ocurrido el día anterior en la Ciudad-Paraíso de las Mujeres. Los hombres de la capital se habían mostrado menos audaces que los de otros Estados.
Confíame tus tormentos, Roberto dije, poniéndole la mano en el hombro. No soy más que una chica, muy sencilla, pero eso desahogará tu corazón. ¡No puedo! gimió, ¡no puedo! ¿Y por qué? Porque sería mortificante... hasta para ti.
La niña fué derecha a sus brazos con una inexplicable emoción, y su voz llorante interrogaba: ¿No te irás, padrino? ¿Nunca te irás? ¿No me dejarás nunca con doña Rebeca? El, absorto, clamó: ¿No la quieres? No, no; ¡qué miedo, qué miedo tan grande! ¿Pero de quién, hija mía? Paró un coche en la portalada, y Carmen sin soltarse del cuello del hidalgo, gimió: Otra vez la nétigua....
¿Cómo, madre! ¿No lo sabías? gritó Roberto golpeándose la frente con ambos puños. ¿Ella nada te dijo? ¿No fue a buscarte anoche para contarte lo que había pasado entre nosotros durante el día? ¡Nada me dijo! gimió ella. Apenas si me dirigió una sílaba, y se encerró en su cuarto...
¡Desgraciado niño! gimió la señora de Freneuse poniendo sus temblorosas manos sobre la cabeza de su hijo... ¡Un suicidio!... ¡Oh! no, madre mía; hubiera sido inútil. Desde el primer día mis compañeros me tomaron odio. Me llamaban aristócrata y niño mimado. Hay una jerarquía hasta entre esa gente abyecta, y los más infames son los más respetados.
Pero los muertos no entienden razones, y el espectro, procediendo como un bandido, sonreía ferozmente, y de un salto se subía á la cama, sentándose sobre él, oprimiéndole la herida del hombro con todo su peso. Gimió Batiste de dolor, sin poder moverse para repeler esta mole. Intentaba enternecerlo llamándole Tòni, con familiar cariño, en vez de designarle por su apodo. Tòni, me fas mal .
«Eso no será nada» dijo observando aquel extraño mirar de D. Francisco. ¿En dónde está la ventana, la ventana?... gimió el infeliz en la mayor desesperación. Ahí, ahí, ¿no la ves?... gritó Rosalía, volviéndole hacia la luz. No, no la veo, no te veo, no veo nada... Oscuridad completa, absoluta... Todo negro...
Porque no encuentro el lazo que debe unir a la solterona involuntaria de otro tiempo con la de hoy. He llegado casi al fin del siglo XVIII y me falta una Princesa Isabel... ¡Dios mío! gimió la abuela, no se concibe semejante obstinación. Sí, señora, ciertamente respondió el cura con bondad.
Tampoco... Yo no hago nunca escondido de mi mama nada que no pueda hacer delante de ella... ¡Tu mamá es la cocinera y yo soy la niña, y te lo mando! No podría, niña, no podría gimió Ramón con voz tan compungida que la misma Lita soltó la carcajada, una de esas sonoras carcajadas que sólo sabía arrancarle el chico de la cocinera. ¡Bueno! dijo, cambiando el giro de la conversación.
Palabra del Dia
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