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Era argentino, y todos á coro se interesaban por la grandeza de su nación y de todas las naciones de la América del Sur, donde tenían corresponsales y empresas, exagerando su importancia como si fuesen grandes potencias, comentando con gravedad los hechos y palabras de sus personajes políticos, dando á entender que en Alemania no había quien no se preocupase de su porvenir, prediciendo á todas ellas una gloria futura, reflejo de la del Imperio, siempre que se mantuviesen bajo la influencia germánica.

Mientras el soldado alemán de baja clase pillaba lo que podía y fusilaba ebrio lo que le saltaba al paso, el estudiante guerrero leía en el vivac á Hégel y Nietzsche. Era demasiado culto para ejecutar con sus manos estos actos de «justicia histórica». Pero él y sus profesores habían excitado todos los malos instintos de la bestia germánica, dándoles un barniz de justificación científica.

Al poco rato estaba arrepentido de esta postura excesivamente confiada. Iban á caer sobre él, aprovechándose de su lectura. Pero el orgullo le hizo permanecer inmóvil, para que no pudiesen adivinar su inquietud. Luego rió de un modo insolente, como si leyese en la ilustración germánica algo que provocaba sus burlas.

Ahora sus flotas comerciales y de guerra surcaban todos los océanos, y no había puerto donde la mercancía germánica no ocupase la parte más considerable de los muelles. Sólo necesitaba seguir viviendo de este modo, mantenerse alejada de las aventuras guerreras.

Divide casi toda la Confederacion en dos partes, la una al S.-O., casi totalmente compuesta de poblaciones de lengua, costumbres y tradiciones francesas, y la otra al N.-E., completamente germánica por sus elementos históricos y sociales.

Hay que despertar, antes de que nos veamos maniatados mientras dormimos. ¡Ay del que encontremos enfrente de nosotros!... Desnoyers sintió la necesidad de contestar á estas arrogancias. El no había visto nunca el círculo de hierro de que se quejaban los alemanes. Lo único que hacían las naciones era no seguir viviendo confiadas é inactivas ante la desmesurada ambición germánica.

De la misma manera que la arquitectura germánica nos ha legado sus monumentos en Alemania y Francia, en Italia, Inglaterra y España, y que las más importantes tradiciones románticas penetraron en todas las literaturas de Europa, así también todo movimiento científico y artístico pasó de un país á otro y llegó á ser un bien común, y no se libertó tampoco España, como se probará después, de la natural influencia de tan diversas causas.

Le había inquietado mucho la idea de que permaneciese en París. ¡Con las revoluciones que habían ocurrido allá en los últimos tiempos!... Desnoyers quedó dudando, como si hubiese oído mal. ¿Qué revoluciones eran esas?... Pero el oficial había pasado sin más explicación á hablar de los suyos, creyendo que Desnoyers sentiría impaciencia por conocer la suerte de la parentela germánica.

Formarían los Estados Unidos mundiales, con un presidente hereditario y todopoderoso, el emperador de Alemania, recibiendo los beneficios de la cultura germánica, trabajando disciplinados bajo su dirección industrial... Pero el mundo es ingrato, y la maldad humana se opone siempre á todos los progresos. No nos hacemos ilusiones dijo el profesor con altiva tristeza . Nosotros no tenemos amigos.

Era el beso-suspiro de la germánica sentimental paseando entre los tilos, a la caída de la tarde, apoyada en el brazo de un estudiante y con un ramo de florecillas azules sobre el pecho; un beso de abajo a arriba, caricia suplicante de hembra dulzona en la que el amor se presenta acompañado de la humildad y que antes de besar desploma su cabeza como signo de servidumbre en el hombro de su dueño.