Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 25 de noviembre de 2025


No se emplea casi nunca respondió la Fontane. Existe, por otra parte, el contraste de la independiente, y es la joven a quien todo asusta, la que teme las responsabilidades del matrimonio y rehuye la carga de almas que ese estado lleva consigo. ¡Qué valentía! exclamó Genoveva riendo. Eso huele a las Cruzadas, ¿eh, Petra? Petra se encogió de hombros amablemente sin decir nada.

Genoveva tiene razón, Magdalena. Conozco personalmente solteras, contemporáneas mías, cuya juventud se ha pasado en repetir a todas sus relaciones: «Cáseme usted... Por Dios, encuéntreme usted un marido... No se olvide usted de Esto se repite al principio con compasión, después con un dejo de burla y luego con un desdén acentuado.

No ha llegado la hora de Magdalena, ha dicho la de Ribert a Genoveva. Cuando esa hora suene, discutirá menos... Su convicción se formará sola y ella misma reclamará el derecho de casarse con el que le haya gustado. ¡Oh! señora respondí con cierta melancolía, renuncio a conocer jamás esa hora... Jamás podré acostumbrarme a ese modo de casarse...

Estaba recorriéndole con toda la melancolía de un ensueño interrumpido, cuando han venido a pedir noticias mías el padre Tomás, la de Ribert y Genoveva. Les he leído unos pasajes de mi precioso cuaderno, y el padre Tomás me aconseja que le continúe. ¿Qué voy a continuar? pregunté. ¿Se continúa lo que está acabado? ¿Cómo que está acabado?...

Formando compactos grupos estaban los vecinos reunidos ante una tosca cabaña, hacia el lado exterior del campamento. Se cuchicheaba con verdadero interés, y a menudo se repetía el nombre de una mujer, nombre bastante familiar en el campamento: Genoveva Sal. Hablar de ella prolijamente sería contraproducente.

»En efecto, cuatro meses después se trasladó de noche, muy tarde y muy recatadamente, á casa de nuestro hermano, en una litera, una dama tapada, acompañada de un caballero cuidadosamente encubierto, y algunas horas después, á obscuras, asistida por una partera, que creía asistir á Genoveva, dió á luz aquella dama á nuestro pobre Juan.

Mas al hacerle la primera cura, queriendo añadir a ella lo que había leído en la historia de Santa Catalina, esto es, queriendo besar las llagas de la enferma, fue tanto el asco y el horror que se le apoderó, que le dio un vahído, se puso muy mala y fue necesario que Genoveva la llevase en brazos a casa.

Estaban dando las dos cuando la campanilla sonó alegremente a impulso de un mano viva y nerviosa. Es la señorita Francisca, seguramente dijo Celestina, yendo a abrir sin apresurarse. Era ella, en efecto, que venía con Petra Brenay, Genoveva Ribert y sus madres, a buscarme para dar un paseo. Acepté con entusiasmo.

¡Bah! respondió Genoveva siempre indulgente. Es esa una crisis por la que pasan muchas jóvenes... Ya pasará; te lo aseguro. Pero es una crisis peligrosa observó la de Ribert; su corazón y su cabeza se atrofian visiblemente... No se fíe usted, Magdalena... No debía usted decírselo todo a Francisca como lo hace.

Estaba yo tan nerviosa por las interminables discusiones que había tenido que sostener con la abuela en los últimos días, que me eché a llorar. Genoveva me abrazó. ¡Oh! no llores, Magdalena... Qué niña eres... Nadie te obliga a casarte... razonable... Razonable... Que si quieres... Cada vez lloraba más... La de Ribert parecía consternada y Genoveva, para consolarme, acabó por llorar también.

Palabra del Dia

aquietaron

Otros Mirando